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La lampara encendida

Carmen Laforet

Carmen Laforet

Foto Portada de la primera edición de Nada

Año crucial en la poesía española de posguerra: Hijos de la Ira, de D. Alonso, y Sombra del paraíso, de Vicente A. El año que la joven Carmen Laforet (6 de septiembre de 1921), ganaba la primera convocatoria Premio Nadal con su ópera prima: Nada.

Más allá de la crítica a la burguesía de la Barcelona de posguerra, fue leerla y entrever una representación teatral, con toda su carga impresionista y gráfica. ¿Quizá me recordaba a lo vivido por generaciones de mujeres que me precedieron? La doble moral, el silencio y sufrido sacrificio de las tías, el machismo no siempre encubierto de los tíos, la ternura en zapatillas de la abuela.

¿Me identifiqué con la fresca candidez de Andrea, la protagonista, hospedada en la casa familiar para estudiar Filosofía y Letras? “¡Qué alivio el agua helada sobre mi cuerpo! ¡Qué alivio estar fuera de las miradas de aquellos seres originales! Pensé que allí, el cuarto de baño no se debía utilizar nunca”. Muy pronto, las escenas pasan a ser dramáticamente actuales: los malos tratos a la mujer, la envidia, la sinrazón, la violencia.

¿Autobiográfica? Como La isla y los demonios (1950), sueños de libertad de una muchacha al final de la Guerra Civil en Gran Canaria; o La mujer nueva (1955), separación matrimonial en plena época de represión franquista. Igual, desde una perspectiva masculina, que La insolación (1963) y Al volver de la esquina (2004, año de la muerte de la autora).

Novela corta y cuento, en La llamada y La niña y otros relatos; y libros de viajes. Imprescindible, el género epistolar –Elena Fortún o Ramón J. Sender–. Le aconseja este: “Robe tiempo al tiempo y escóndase y siga trabajando en (...) lo que nadie puede hacer sino usted. Tiene un gran talento que no es ya propiedad suya sino de todos nosotros” (Puedo contar contigo, 2005).

Separada de Manuel Cerezales y madre de cinco hijos, tres escritores, se debió a su familia, su religión y su tiempo. “Son míos y yo soy de ellos. Pero también soy independiente, no quiero sentirme reducida a la maternidad como único objetivo de mi existencia” (Cristina Cerezales Laforet, Música blanca, 2009). Recrea el camino de retorno, hacia la libertad definitiva.

María Pilar Martínez Barca

(Heraldo de Aragón, "Tribuna", domingo 12 de septiembre de 2021).

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