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La lampara encendida

Alba regresa al pueblo

Alba regresa al pueblo

Foto archivo familiar / Editorial Verbum

La piedra y el adobe nos hablan de las gentes que un día levantaron y habitaron las casas, aunque ahora sean ruinas. De cómo amaban y a veces les llegaba también a ellas el derrumbe, el desamor.

Alba necesitaba unas buenas vacaciones. Olvidarse de todo, y del último trimestre. Todos los años le pasaba igual. Los chicos se le hacían cada vez más cansados, con más desinterés hacia las letras, o el estudio, o todo lo que supusiera algún esfuerzo. ¡Con la ilusión que le hizo, tan de niña, cuando le regaló la abuela su primera cartilla! Pero eran otros tiempos.

¿Tendría cinco años? Ahora que pasaba de los treinta deseaba volver a sus orígenes. Un puente nada fácil. Y decidió marcharse unos días al pueblo, el que fue de su madre, los tíos y la abuela, que tanto recordaba de unos meses acá.

Atardecía ya cuando su coche cruzaba la vieja carretera. Los eriales, inmensos, amarillos, monótonos. El cartel que anunciaba la llegada, borrado por el tiempo y por las lluvias. Las enormes cocheras, de ladrillo y cemento, blanqueadas de cal. El último verdor de algún pinar aislado o de los huertos. Las mielgas, flor de malva, y alguna florecilla del color de la miel en los panales. Enfrente de las nubes, encintas de calor y de abandono, la silueta aún enhiesta del Castillo, la iglesia, las casitas de adobe, austero y señorial. Cuántas veces de niña soñaría leyendas bajo del altozano del Cementerio viejo y su ya derruido torreón. Ahora su interior se dividía, como la carretera hacía con el pueblo, entre lo desolado del lugar y un íntimo reducto de ternura. Estaba muy cansada.

La herrumbre de la vieja cerradura opuso resistencia, pero al final cedió. El portal, con la mesa a un costado, como siempre. La cocina, y lo que fue la cuadra, y las alcobas… Todo seguía igual. Apenas se detuvo a sacar de la bolsa su pijama. Se cenó el bocadillo de queso con jamón y preparó una cama del cuarto de los huéspedes, al fondo, a la derecha. Eran solo las diez.

(El ramito de azahar, Madrid, Editorial Verbum, 2022).

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