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La lampara encendida

Diversidad de fe

Diversidad de fe

Galilea o el lago Tiberíades, Getsemaní o Caná fueron siempre topónimos de una geografía interior aprendida en la infancia –no había que estudiarlos–. Eso mismo sentí este verano en la mezquita de Córdoba. La emociónmeasaltó al contemplar crucifijos, imágenes, retablos, bajo arcos lobulados. Me considero abierta, pluriforme, global de espíritu. Soñé por un instante mezcolanza de cultos bajo aquellas columnas infinitas comoestrellas.

Pero no puede ser. Respetar no conlleva hacerlo todo nuestro. Nunca podré aceptar la muerte en un quirófano porque las transfusiones son impuras. Ni adorar a los dioses, infinitos, que alientan en las plantas del balcón. No me creo que después de esta vida, en ese edén azul que siempre nos pintaron, me reencarne en el cuerpo de un antípoda.

Ni puedo comprender cómo a las mujeres les amputan, junto a los genitales, su derecho más íntimo al placer en nombre de ningún Absoluto. Ni asimila mi mente que un vídeo, las caricaturas de un periódico o un autor de primera desencadenen casi el cataclismo profetizado por los mayas. Hay piezas en el puzle que no encajan.

Salman Rushdie sigue con guardaespaldas; mientras del otro lado de la civilización pueden freírse Cristos –literal–, convocar procesiones anti-Semana Santa, promocionar películas tipo “El Cuerpo de Cristo” y nadie dice ni mu. No puedo imaginarme El Código Da Vinci vuelto al árabe. ¿Cuál no montarían los seguidores de Mahoma de verlo transformado en un barbilampiño rostro de profetisa?

Fuera de bromas, no hay paridad posible desde este enfoque manco y miope de la realidad y la política; yo no me atrevería a hablar de trascendencia. Intereses ocultos, ¿qué si no? La espiritualidad no sabe de esas cosas.

Coincidí en Córdoba con Neri, cristiana palestina que ha vivido en España desde su adolescencia. “Las mujeres allí se van modernizando –me decía–; son más independientes”. Me impregné de los arcos, las lámparas de la nueva catedral, el mihrab, las marcas de canteros que fueron levantando sus paredes… ¿Cómo será mi nombre? Mi amiga lo escribió en una cartulina que ahora tengo en mi cuarto. Mariam, en árabe; en hebreo Miriam, ‘la que hace versos’; María en cristiano. ¿Cuál es la diferencia?

María Pilar Martínez Barca

(Heraldo de Aragón, "Tribuna", "Día a día", martes 2 de octubre de 2012).

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