Blogia
La lampara encendida

De res publica

 

 

En latín, cosa pública, asunto de interés común. De ahí el romance república, “cuerpo político de una sociedad”, o “causa pública, el común o su utilidad”, dos de las acepciones del castellano de hoy. ¡Cómo van cambiando y transfigurándose las palabras! Véase por ejemplo matrimonio, opuesto a patrimonio –de raíz y connotación femenina y masculina respectivamente–.

Pero no nos vayamos por los cerros de Úbeda. Viene todo esto a colación de que de la “politeia” griega a la política actual va un abismo de siglos y de mentalidades. O quizá no tanto, que ya a Platón le preocupaba la ética, la moral y la justicia de ese animal político que es el “homo sapiens” en sociedad. ¿Habrán elaborado un tratado a conciencia de la “polis” esos nuevos partidos que quieren presentarse a las elecciones europeas?

La marca se ha cambiado por el producto en sí, igual que en las farmacias los genéricos a raíz de la crisis –“mutación importante en el desarrollo de otros procesos, ya de orden físico, ya históricos o espirituales”, frente a recesión, “acción y efecto de retirarse y retroceder”–. A los ciudadanos de a pie o sobre ruedas no nos convencen ya las siglas.

Que nos bajen la luz, no nos suban el pan de cada día y creen más puestos de trabajo –“ocupación retribuida”–. Ese sí es un lenguaje de accesibilidad universal, que lo entendemos todos. Que cuentas y presupuestos se ajusten a números y necesidades reales, la justicia sea igualitaria, se construyan colegios en los barrios nuevos y los octogenarios dependientes –“persona que sirve a otra o es subalterna de una autoridad”– no deban esperar dos años para optar a una residencia. O muchos nos conceden plaza residencial cuando lo que pedimos es poder disfrutar de nuestras capacidades diferentes en nuestro propio entorno.

¿Juego con las palabras? ¿Y quién no? Veía el otro día la película “La ladrona de libros”, inspirada en el libro de Markus Zusak: la palabra como hálito de vida y poder en pleno imperio nazi. De eso nuestros políticos y lingüistas siguen sabiendo un rato. Aunque más que el poder es la necesidad de sentirnos queridos: “Mi vida ha recomenzado varias veces. El día que perdí las piernas, el día que retomé el deporte, el día que conocí a Juan Pablo, que hoy es mi marido, el día que nacieron mis sobrinos y, por supuesto, el más especial y determinante. (…) ¡Íbamos a ser papás!” (Nunca es demasiado tarde, princesa, Irene Villa).

Volvamos a Platón: Vemos solo las sombras en la Caverna, nunca la realidad. ¿Es así la política?

 

María Pilar Martínez Barca

("Sobre la cosa pública", Heraldo de Aragón, "Tribuna", "La opinión", martes 28 de enero de 2014).

0 comentarios