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La lampara encendida

El río que nos lleva

El río que nos lleva

Foto: Jesús Alba

“Todo estaba dispuesto, aunque nadie lo supiera, porque la vida no avisa”. Así comienza José Luis Sampedro su novela, de título homónimo a esta columna, sobre la dura vida de los gancheros o transportadores de madera en el cauce del Tajo a su paso por Guadalajara. Estos días hemos tenido nuestra experiencia. En Vadorrey continúan con agua garajes y bajos de los pisos, sin ascensor ni luz; la Almozara, Las Fuentes… ¿Fallo humano? ¿Político?

“El Ebro, el incansable, / que pone todo un río mayor para medirse con nosotros, / ofreciéndonos algo de riada incontenible / cuando buscamos que nos reponga el agua de los pueblos”, escribió Manuel Pinillos en “Río hermano mayor”, publicado en estas páginas de Heraldo de Aragón y en Lugar de origen. Boquiñeni, Pina, Velilla de Ebro, Alfocea… Y el dolor, de abandonar tu casa en plena noche, ver ahogado el ganado, la siembra ya perdida… ¿Construir los pueblos en otro lugar? ¿Poner puertas al agua?

Jesús Moncada, en Camino de sirga, retrata otro drama histórico: “La villa no había muerto el mismo día para todos sus habitantes. […] El tiempo de los rumores había terminado: iban a cortar el Ebro con dos pantanos enormes. […] El segundo debía sepultar Fayán y la villa bajo las agua”. Contemplábamos el bestial desembalse de Mequinenza. ¿Para qué tanto sacrificio?

El río siempre estuvo presente en la literatura y en la vida. Cambio heraclitiano y muerte manriqueña; pero también camino y reflexión: “Yo me he sentado allí, sobre la hierba quemada del invierno para pensar por qué los ríos / siempre anhelan futuro, como tú lento y gris” (Dámaso Alonso, Hijos de la ira).

En Se está muy bien aquí escribía una servidora: “… el Río de la Plata, y el Danubio, / el Nilo o aquel otro de las Indias. / Hieráticos a veces; o azorados / por demorar el ya cierto derrumbe / del tiempo y de las cúpulas” (“Piazza Navona”). Los ríos son incontenibles, poderosos. Por eso, cuando doce perrillos sobreviven a su fuerza –Tana, Kaiser, Lolo y Max, y ocho cachorros que alumbraría Tana–, es la vuelta al origen “La vida nació en el mar. Lo dicen los biólogos y lo adivinaron antes muchos mitos milenarios” (José Luis Sampedro).

María Pilar Martínez Barca

(Heraldo de Aragón, "Tribuna", "Con DNI", viernes 6 de marzo de 2015).

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