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La lampara encendida

El sepulcro vacío

El sepulcro vacío

Foto Efe

“Es preciso humanizarnos y que no vuelvan a construirse más sepulcros en los vientres fecundos de las madres”. Las palabras del papa Francisco resonaban más estremecedoras en la noche del viernes, al finalizar el Vía Crucis en la JMJ de Panamá. Seguíamos esperando, contra toda esperanza, el rescate de Julen.

Ningún enlace o hipervínculo de uno a otro hecho. Salvo la pérdida de un hijo, la muerte de un pequeño que apenas si se asoma a la vida. Geas, Montaña, Policía Judicial, Seprona, Guardia Civil, Bomberos, Equipo de Salvamento Minero, psicólogos… efectivos traídos de Asturias o Chile… Toda España y más allá de sus fronteras nos vimos afectados, pendientes de cada nueva nota; estremeciéndonos con cada  excavación, con cada micro voladura, durante los trece largos días y sus trece noches oscuras que duró.

“Aquí no vamos a parar hasta que lo rescatemos, eso está claro”, escribía un guardia civil anónimo en carta a Diario Sur. Unidos para devolver al niño con sus padres, no escatimar ningún esfuerzo, no perder el último rastro de la luz. En el fondo, a todos se nos encendió en el corazón la palabra “milagro”.

“Desgraciadamente… tanto esfuerzo de tantas personas no ha servido para nada”, comenzó a saltar en las redes la fatídica madrugada del sábado. ¿Por qué y para qué la muerte de un menor? Quizá pocos adultos tengamos una respuesta.

“Papá, ¿hoy vas a rescatar ya a Julen?”. Era el hijo de Nicolás, de cuatro añitos, que de algún modo intuía que su padre sacaría el cuerpecito del pequeño, junto a Francisco, su otro compañero guardia civil. Inocentemente atroz.

“Al asomarnos al pozo le escuchamos llorar treinta segundos”, declararían José y Vicky, los papás. Desde entonces, ingentes cantidades de croquetas, litros de caldo caliente, pollos… ¿Quién llamó inicialmente al 112? “Aunque el corazón nos encoja el alma, las campanas de gloria resuenan en Totalán, porque desde la fe sabemos a ciencia cierta que la absoluta inmensidad del cielo es la gran promesa de Jesús”. Es Ramón Tejero, párroco del pueblo e hijo de un anciano ex teniente coronel.

¿Estará jugando Julen con su hermano Oliver? ¡Qué de historia humanas en la profundidad de cada pozo!

María Pilar Martínez Barca

(Heraldo de Aragón, "Tribuna", El Meridiano, viernes 1 de febrero de 2019).

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