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La lampara encendida

Joan Margarit

Joan Margarit

Foto José Jiménez. Ceremonia íntima en el palacete Albéniz (Barcelona).

Vivió y escribió entre dos dolores, de la guerra civil a la pandemia. No le quitó la vida, pero le robó como a tantos la ilusión, para él de festejar como se merecía el Premio Cervantes 2019. Aunque estaba de vuelta: “La libertad es una librería. / Ir indocumentado. / Las canciones prohibidas”.

Sus más de treinta poemarios, su Cristóbal Colón, el estadio y anillo olímpico de Montjuic o la Sagrada Familia, no desdoran su cátedra de Cálculo de Estructuras en la Escola Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona. “Albañiles al alba encienden fuego / con restos de encofrados”.

Joan Margarit es de esos poetas “que no suelen abanderarse en la espontaneidad sino en la densidad” (José-Carlos Mainer). Estación de Francia, Cálculo de estructuras o Casa de misericordia retrotraen al pasado, pero la belleza se encarna en Joanna, la hija con síndrome de Rubinstein-Taybe que sintió perder en ocho meses: “La he cambiado por la seducción / de la ternura iluminando el hueco / que la razón dejó en tu rostro”.

Nacido inmigrante en Sanaüja (Lleida), por esas cosas de la vida y la guerra. Sus primeras palabras son castellanas, para saberse pronto cómodo en el catalán. Un adolescente que ama a Góngora y Quevedo, Machado y Juan Ramón, Josep Pla, Martí i Pol, Salvador Espriu, pero también a Paul Celan o Rilke; todo un símbolo de consenso. “Es el niño callado que jugaba solo. / Permanece detrás de estos ojos de viejo, / resiste la embestida brutal del mediodía / oyendo los confusos versículos del mar”.

Hombre comprometido con el tiempo y sus circunstancias, desde lo cotidiano: “Cuando veníamos de noche / a tirar la basura, / nos quedábamos a ver el firmamento”. Un niño grande que ve pasar irremisiblemente la vida, y se duele, y se extraña: “Y hay tanta oscuridad en cada manga / que las manos, artríticas y frías, / son un olvido o una despedida”.

Un demiurgo que sana desde la experiencia en este oscuro año para olvidar. “Solo sé que me marcho con mis muertos”. Un poeta que supo construir un edificio sólido y confortable. La semana pasada nos dejaba. “Cavar entre las piedras, los terrones, / las raíces que nunca arrancarás”. Y habitamos su obra, para siempre.

María Pilar Martínez Barca

(Heraldo de Aragón, "Tribuna", "El Meridiano", viernes 26 de febrero de 2021).

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