Blogia
La lampara encendida

Entre libros

Entre libros

Foto J. F. Losilla / Heraldo de Aragón

Mi infancia y mi educación sentimental fueron algo peculiares. Andersen y los hermanos Grimm, lo típico en los niños de mi generación. El soldadito de plomo, El patito feo, El traje nuevo del emperador, La pequeña cerillera… De origen humilde y no tan inocente como nos parecía, el autor danés contrasta con la tradición folclórica alemana: Blancanieves, La Cenicienta, Hänsel y Gretel, La Bella Durmiente, El Gato con Botas… Junto a historias para niñas aplicadas, como La ratita presumida, adaptación de Cecilia Böhl de Faber (Fernán Caballero).

Soledad infantil y preadolescente, sin escuela, que siguió nutriéndose del género fabulístico: Iriarte, Samaniego, Esopo… Y vidas de jovencitas a mi alcance: Polly, corazón de oro –en la biblioteca tranvía del parque Castillo Palomar–, Mujercitas, Bernadette Soubirous… En mis primeras colonias descubrí a Los Cinco. No había comenzado mi formación intelectual.

Ramón J. Sender, del que Contraseña reedita Míster Witt en el Cantón, iría cautivándome en su hermana Carmen –mi profesora del INBAD–. Antes de empezar Filología, visité el edificio y degusté las páginas de Bécquer, Juan Ramón, Antonio Machado o Rafael Alberti, inoculada la pasión por la poesía a través Rosendo Tello.

Se recreó el mundo en las palabras. No olvidaré el descubrimiento de Guillermo Carnero o La caja de plata, de Luis Alberto de Cuenca, gracias a Aurora Egido –con nuestros exámenes de ocho horas, mañana y tarde–. Ni el gusto por la Tragicomedia de Calisto y Melibea o Gonzalo de Berceo, que nos inspiraba María Dolores Albiac, que aquel año daba Medieval. Los Siglos de Oro, el pensamiento ilustrado, el XIX y las magistrales clases de José-Carlos Mainer, mi luego director de tesis.

Los clásicos despertaron mi intelecto. En el predoctorado me rocé con Borges. Después  La casa de los espíritus o El amor en los tiempos del cólera, el grupo de los 50, los novísimos… Y el placer, Donde el Corazón te lleve, de Susanna Tamaro, o Música blanca, de Cristina Cerezales Laforet. Miguel Labordeta, ya el centenario de su nacimiento, y el Café Niké.

De mis compañeros de caseta, Merche Llop y Sergio Navarro, a Rosa Montero. Los libros son el Alfa y el Omega.

María Pilar Martínez Barca

(Heraldo de Aragón, "Tribuna", domingo 6 de junio de 2021).

0 comentarios