Mi mapa de colores
Era mi puzle y uno de mis juguetes favoritos. Con los colores del semáforo: rojo, amarillo y verde. Cada provincia de un color, unida una a otra e imantadas a un panel de cartón plastificado negro. Galicia, Asturias, León, Extremadura, las dos Castillas, Andalucía, Murcia, Valencia, Cataluña, Aragón, Navarra, las Vascongadas… Las Islas todas verdes y en esquema. Una España aún en blanco y negro, como la televisión.
Me gustaba ese juego y el de las letras, que además de hacer torres me inventaba palabras; jugaba ya a crear. Mi fuerte nunca fue la Historia, y no tenía ni idea por entonces de que tal división geográfica venía de siglo y medio antes, cuando los carlistas y todo eso. Ni de que la Corona de Aragón partiera de Ramón Berenguer, Conde de Barcelona y Príncipe de Aragón, por el siglo XII. ¡Con decir que pensaba que en el fútbol los goles se metían por casualidad…!
Hoy los niños suelen ir por delante. Pero escuchan y repiten campanadas, y meten en el mismo saco de Comunidad Foral Álava, Guipúzcoa y Vizcaya con Navarra, Cataluña, Aragón, Madrid o Baleares. O aseguran que la independencia es por cuestión de impuestos. O una niña puede crecer de golpe cuando ve que a su padre le pegan por llevar una tela roja y gualda.
Postmodernidad, globalización, alianza de civilizaciones, escuela inclusiva… Las cosas han cambiado mucho, y hoy un niño con límites severos no tiene que aprenderse él solo la Geografía ni jugar en su torre de corcho o de marfil. Y sin embargo… no hay dinero para la Dependencia, sí para una ambulancia de Madrid a Granada.
El mapa cada vez tiene más colores y divisiones, con más compartimentos y comarcas. Y hoy no es fácil inventar palabras, con lenguas, formas y significados tan diversos. Los alumnos se quedan con un lado del prisma, en escorzo y dirección unívoca –politizada muchas veces–. ¿No estaremos de nuevo edificando, de espaldas a la Historia, nuestra propia Torre de Babel?
Más medios, toda la información al alcance de un clic, poder comunicarnos con nuestro antípoda en décimas de segundo. Pero nos empeñamos en ser reducionistas, miopes, egocéntricos, con una percepción minimalista, ¿nacionalista? ¿A qué tememos?
María Pilar Martínez Barca
(Heraldo de Aragón, "Tribuna", "El meridiano", jueves 18 de octubre de 2012).
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