Rosendo Tello, mi maestro
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Mi relación con Rosendo Tello tiene tres tiempos, más una prehistoria literaria que conocí después. Poeta de la veta surrealista del Niké, con clara influencia vallejana, junto a M. Labordeta…; frente a la línea realista de M. Pinillos y otros. El tiempo de oro de nuestra poesía, de mi tesis doctoral. Revistas como Orejudín, Papageno o Despacho Literario, y la edición de sus tres primeros poemario: Ese muro secreto, ese silencio, Elegía de la piedra y Fábula del tiempo.
En el año de COU, 1981, Benito Hernández, profesor de Auxilia y hoy amigo, me invitó al curso “Introducción a la poesía” de Rosendo, en la Delegación del Ministerio de Cultura (c/ Baltasar Gracián).
Dos semanas y un par de tramos de escaleras, que al tío Fermín y a mí nos ayudaban a subir. “La poesía es encontrarse un sillón en un campo de trigo”. Nos enseñó a contar sílabas, a puntuar, a descubrir época y autor de un texto anónimo. Me tachaba en rojo todos mis versos, y aquella noche, mientras volvía a casa, me eché a llorar.
Y otra noche, su frase lapidaria: “Señorita, aquí hay madera”. En 92-93 y 93-94 formamos grupo con nuestro profe. Lorca, Cernuda, César Simón… Hablábamos de todo lo humano y lo divino, Rosendo tocaba el piano del salón. En el verano del 84 se imprimía nuestra Breve antología poética, ciclostilada, que tengo ante mí.
Rosendo me ayudó con “Introducción al estudio de Baladas a dos cuerdas”, en Crítica Literaria de Túa Blesa. Trilogía con Paréntesis de la llama y Libro de las fundaciones, refleja lo telúrico, el amor a la esposa, la temática social, una veta trascendente. Tres años después presentábamos mi Epifanía de la luz, en el Aula Magna de Filosofía, junto a Aurora Egido.
Meditaciones de medianoche, Las estancias del sol… Me distancié, ¿inconscientemente? Y ante los poemas de Flor de agua, me diría: “Ahora sí, has encontrado tu voz”. Llegaría Manuel Pinillos o la consagración a la poesía, en 2000, reencuentro con Margarita. José-Carlos Mainer, mi director de tesis, junto a Rosendo Tello, mi maestro.
Compañeros de viaje en la Asociación Aragonesa de Escritores (2003). Mientras Rosendo seguía perpetrando su obra total: El vigilante y su fábula, Naturaleza y Poesía. Memorias… Nos felicitábamos cada fin de año. Su postrer comentario, a mi soneto de Tierra Santa, la penúltima Navidad.
Compás y tierra aparenta tristeza, despedida. El poeta, profeta-vigilante, vislumbraba: “Arriba, más arriba, más allá de las brasas / (…) / más allá de los árboles templados como espadas, / marcharás algún día hacia la luz del alba” (Baladas a dos cuerdas).
María Pilar Martínez Barca es doctora en Filología Hispánica y escritora
(Heraldo de Aragón, "Tribuna", viernes 14 de junio de 2024).
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