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La lampara encendida

Candelaria

Candelaria

Imagen del Foro de Vida Independiente.

“Fiesta que celebra la Iglesia católica el 2 de febrero con motivo de la Purificación. Se hace una procesión de candelas encendidas y se asiste a la misa con ellas”. Y candela: “Vela”, “candelero”, “flor del castaño, de la encina o del alcornoque”, “claro que deja el fiel de la balanza cuando se inclina a la cosa que se pesa”. Coloquialmente, “lumbre”, “luciérnaga”, “carámbano” –pedazo de hielo–. En Física, “Unidad fotométrica internacional, basada en la radiación de un cuerpo negro a la temperatura de solidificación del platino”. En Cuba y Venezuela, “incendio”.

¡Qué rico, variopinto y diverso el castellano!, ¡para que luego digan! Pues lo mismito nuestra tradición. ¿De dónde mi gusto por las velas? Cuentan que de muy chiquitina, aún en el tacataca, me ponía en la iglesia con las manos cruzadas igual que las señoras. Pura mímesis, que luego se evapora como el incienso, cuando buscas el sentido interior.

“Había también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones”, según el Evangelio de San Lucas. Y es que nada es ocioso, me atraía toda aquella belleza. Después, las velas fueron en mí sinónimo de reunión, encuentro, conversación de amigos.

Acabarse la candela, “dicho de una persona, estar próxima a morir”. Estar con la candela en la mano, “dicho de un enfermo, estar próximo a morir”. En el pueblo de mis padres, se velaba al difunto a la luz de una candela. “Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos”, pone Lucas en nombre del viejo Simeón. ¡Qué obsoleto en una sociedad donde prima la imagen y la juventud!

Ahora la vela es para mí un símbolo de unión de cuerpo y mente, de pacificación, de yoga. Nada más positivo que estar como unas candelas, por lo de la alegría y brillo que se esplende en tanta noche actual. Y de cosecha propia: “Cumplidas ocho lunas te llevaron al templo, / aquel que yo habitara hacía largos lustros. / Cuidaba del incienso, encendía la lámpara, / oraba en la quietud de la piedra antiquísima. / De nombre te impusieron aquel por el que fueras / proclamado heredero de los más altos bienes. / Proseguían en celo todavía las tórtolas. / (…) / en ti sentía al hijo que no pude engendrar” (Flor de agua).

¡Felicidades a todas las Candelas! No estaría de más parar de vez en cuando en las palabras.

María Pilar Martínez Barca

(Heraldo de Aragón, "Tribuna", "El meridiano", lunes 4 de febrero de 2013).

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