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La lampara encendida

Asistencia personal

“Se creen que venimos a quitar trabajo; y hacemos lo que nadie quiere hacer: cuidar en casa a personas mayores”, me decía una amiga nicaragüense. “Es algo muy bonito que antes no conocía, ayudas a realizar su vida a otras personas”, comentaba un asistente personal. Entre una y otra afirmación hay todo un mundo.

El mismo que entre la Ley de Dependencia: “La prestación económica de asistencia personal tiene como finalidad la promoción de la autonomía de las personas con gran dependencia. Su objetivo es contribuir a la contratación de una asistencia personal, durante un número de horas, que facilite al beneficiario el acceso a la educación y al trabajo, así como una vida más autónoma en el ejercicio de las actividades básicas de la vida diaria” (Art. 19). Y la Convención de la ONU de 2006, para que “las personas con discapacidad tengan acceso a una variedad de servicios de asistencia domiciliaria, residencial y otros servicios de apoyo de la comunidad, incluida la asistencia personal que sea necesaria para facilitar su existencia y su inclusión en la comunidad y para evitar su aislamiento o separación de ésta”. No hay límites horarios ni de actividad.

Los dependientes ricos siempre han tenido asistencia; y creo que el concepto existía hace mucho en el Ejército. Para la filosofía de Vida Independiente el Asistente Personal es aquella persona o, más propiamente, trabajador que ayuda a otra persona a desarrollar cualquier actividad de la vida diaria que no puede realizar por ella misma. Sus tareas son de lo más diverso.

¿Ventajas laborales y económicas? Primera, libera a la mujer de cargas familiares y del cuidado de los más dependientes de la casa. Segunda, es fuente sólida y en ascenso de fuente de trabajo para todos, especialmente la mujer, atraída y volcada a este sector. Tercera, las mujeres con diversidad pueden trabajar al contar con el apoyo necesario. Invertir en asistencia personal crea empleo y riqueza (Seguridad Social, IRPF, impuestos indirectos…). Se ha comprobado que, entre este sistema y el tradicional de prestación por discapacidad, el beneficio es de más de 30 000 euros por persona y año. Ustedes juzguen.

“La asistencia personal es muy diferente a lo que se conoce como ayuda a domicilio, sólo dos horas y de lunes a viernes. La asistencia personal la gestionas tú; no cualquier persona puede darme de comer” (Soledad Arnau, presidenta del Instituto de Paz, Derechos Humanos y Vida Independiente). Se comentaba que en Aragón se abonaría hasta 700 euro mensuales en concepto de asistencia personal –siempre que se justifique el contrato al asistente–; en otras Comunidades se llega a los 1300. Quizá sea cuestión de cruzar otro puente: del “no hay dinero” al “vamos a probar, puede ser hasta una forma de salir del bache”. ¿A qué esperamos?

María Pilar Martínez Barca

("Tribuna", "Día a día", viernes 15 de marzo de 2013).

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