Blogia
La lampara encendida

Carta de ceniza enamorada

A Aurora

Pasé a tu casa, cálida, a llevarte
un crisma y un abrazo de esperanza.
Y apenas si me dejas retornar.
Había en la salita libros, música,
y la tele encendida a media voz.
En la mesa, recuerdo, un libro abierto
no leído aún, en el silencio
de aquel tiempo tan lento en soledad.
Y el retrato entrañable de los hijos
coligando de los muros, de tu centro.
Todo tan bellamente modelado
como cuando esbozabas, línea a línea,
un alma en luna nueva en cada alumno.

Comenzamos a hablar de nuestras cosas,
mientas ibas sacando turrón de chocolate
y tu yo más genuino y luminoso.
Me soñabas María, reclinada
a los pies del Señor, o introspectiva
eh un mundo de luz y sombra en esperanza;
cuando tú te sabías azarosa,
siempre envuelta en afanes y fatigas,
entregada al desvelo por los otros.
¿Sentías cómo el tiempo se te iba deslizando
de entre tus manos fértiles, abiertas,
a tu imagen y ensueño, en tanto corazón?

Estaba, de verdad, bueno el turrón,
con ese sabor tierno
a una paz degustada lentamente.
Llamaron a la puerta. Era Miguel,
que quiso compartir nuestros ensueños
nacidos al calor de lo más íntimo.
Sencillo y silenciado por esa voz profunda
que os fue sumergiendo en el deseo,
seguíamos charlando en la salita,
que tardecía ya tras los visillos,
al tiempo que se iba caldeando
espacio y corazón.

                                 Y tú temías
se me fuera nublando la mirada
al contemplar desnuda tu tristeza,
aquel hondo desierto que te hacía
olvidar por instantes la esperanza.
¿Acaso no sabías que la luz
discurre lentamente, como el agua
que fecunda el espíritu y los troncos,
hacia aquellos que amamos? ¿No querías
para mí lo mejor del universo?
¡Cómo iba a ser de noche al lado tuyo!

Pasaron tres inviernos todavía,
más lenta la existencia, y más profunda
esa noche interior que te embargaba.
La luna, silenciosa, fue empañándose
en tu mirada gris, ternura y sacrificio.
¿Seguía en la salita aquella luz
que se iba en ti apagando hacia el crepúsculo?
¿En qué página en sombra ibas leyendo?
Te sé en largas vigilias sin frontera,
asomada a un abismo de temores
y opacas claridades.
                                   Te siento semioscura,
luchando por abrirte a nuestra luz
con un calmo deseo de esperanza.
Silenciosa y ausente,
perdida en tu penumbra, en tu desmayo.
Iría yo alejándome
de tu interior en desarraigo y niebla.
Apenas si se abrían las palabras,
de tanto que guardaba el corazón.
La mirada se te iba anocheciendo,
cada vez más profunda y más hermosa,
madura y despojada en el silencio.
Y te ibas tú apagando hacia la luz.
No sabía expresarte,
ni dar forma concreta a aquella espera
que sentíamos triste y tan cercana.
Y me fui distanciando de tus ojos
de lluvia y corazón.

Pasarían las lunas, los meses y estaciones,
y una noche sentí que te marchabas
–algún ángel
debió de susurrármelo entre sueños–.
Y desde entonces siento tu presencia
en cada instante mínimo.
¿Has estado inspirándome al oído?
Ahora, que de nuevo
florecen las raíces y las hojas,
recuerdo con ternura de hija amada
aquella Navidad tan entrañable
que ha quedado por siempre, como estrella,
aquí dentro, del lado de la luz.

(Segundo premio II Certamen Bienal de Poesía de Carmona “Peña cultural Los tranquilotes” --Carmona (Sevilla), 21 de mayo de 2014--).

0 comentarios