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La lampara encendida

Reina Fabiola

Reina Fabiola

Foto: Nacho Arbalejo, El Mundo

La Historia es como un péndulo, pero hay historias cotidianas que no vuelven. Fabiolilla cuentan que me llamaba la tía Angelines, mi madrina. Dos años antes, Fabiola había contraído matrimonio con Balduino de Bélgica. Modelo de portada en todas las revistas de los años sesenta, y en el NODO, era nuestra reina más cercana, a falta aún de monarquía y de la más leve sombra de democracia. ¡Cómo cambian las cosas!

Sin saber que escribía para niños, me la hicieron entrañable y, a la vez, una reina de cuento de países remotos. ¡Bendito subconsciente infantil! También me iban contando que no podía ser mamá. ¿Qué hada mala la había castigado de esa forma?

Después, con los avatares sociales y políticos, y la propia adolescencia, su silueta se iría esfumando en las televisiones en color. Llegamos a tener una reina propia –aunque griega, cuando todavía ni existía la globalización–.

Una mujer decente, de costumbres –ambas reinas jamás cambiarían de peinado–, enfermera en un hospital católico, esposa fidelísima, acérrima defensora de la vida. ¿No comenzaba a saber a trasnochado?

Las clepsidras y los relojes de sol marcaban el transcurso pausado de los hechos, siglo a siglo. A finales del XX todo se aceleró. ¿Cuándo abdicó un rey por cuestión de conciencia? Hoy el parque Efteling y “Los nenúfares indios” de Fabiola se han transformado en un parque de atracciones, a lo Disney; y Europa y Bruselas son otros escenarios, con una problemática diversa –comentaba Pablo Echenique como España le gana muchos puntos en materia de accesibilidad–.

Aunque la obra queda, como nos quedó el blanco en el funeral del esposo, el servicio a niños y a diversos mentales, la oración. Reina Fabiola es hoy una calle, cercana al Camino de las Torres, donde se abre Espacio Ralo, una lencería-librería al estilo europeo, con múltiples actividades infantiles. Y es también un Centro de Educación Infantil y Primaria de Sevilla, en el que se trabajan materiales pedagógicos, como Xandre, el elefante sin sombra: “Xandre había nacido con la trompa pegada a la cabeza, no la tenía en la carita como los demás”.

¿Se olvidan las historias cotidianas? En mi vida se van cerrando círculos.

María Pilar Martínez Barca

(Heraldo de Aragón, "Tribuna", "Con DNI", viernes 12 de diciembre de 2014).

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