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La lampara encendida

Cara y cruz

Cara y cruz

Foto La Sexta Noche

Comenzábamos la semana con dos noticias contrapuestas. Por un lado, el Día de la Violencia contra la Mujer –de género, sexista, doméstica, son calificativos que no terminan de cuadrar–. Cuatro aragonesas asesinadas en 2018, otras veintidós víctimas mortales desde 2003; en España, veintiséis en lo que va de año, si contamos la adolescente de Alcorcón. La agresión más difícil de detectar es la psicológica. Y un dato escalofriante, según dijeron: tres de cada cuatro mujeres con discapacidad sufren algún tipo de violencia en sus relaciones.

De otra parte, la Sexta entrevistaba a Isabel Gemio con motivo de su libro, Mi hijo, mi maestro, y del décimo aniversario de la Fundación –presentaban el lunes a los medios–. “Siempre se ha dicho que en España la Cenicienta era la cultura; yo creo que es la ciencia”. Simón, Casimiro, Javier, Raúl, Bernardo. En nuestra juventud, la Distrofia de Duchenne apenas se estudiaba, y la supervivencia de mis compañeros era de veinte y pocos.

“El diagnóstico de mi hijo fue una sentencia de muerte prematura”. El desierto, la nada, empezar de cero, no aceptar ayuda psicológica, no poder verbalizar. No fue fácil. Dejar de jugar al fútbol, de andar, de comer con cubiertos estándar, de abrazarte. “Mi hijo me ha enseñado humildad, amor, entrega, generosidad… Él es un héroe de verdad”.

La buena señora se expresó a su estilo, desde su experiencia de veinte largos años. No salía de tópicos: la diferenciación culpabilizadora entre uno y otro hijo, la rápida madurez del hermano menor. “En el mundo de la discapacidad todo es carísimo: reformar el baño, cualquier adaptación, una silla de 14.000 euros, de 5000 –las de mis colegas eran manuales–. Y no digamos ya si se necesita un cuidador”.

Me daban ganas de gritarle: “Isabel, por favor, actualízate”. Cuando al final rompió una lanza por el sentido común: “La asistencia personal es fundamental, no solo para la familia, sino sobre todo para las madres”. ¿Y para la persona con diversidad funcional? Porque ahí está la clave, de que la relación funcione y la mujer no se hunde en la miseria. De que Gustavo y Diego sean felices: “Mamá, te queremos como nada”. Es el haz y el envés.

María Pilar Martínez Barca

(Heraldo de Aragón, "Tribuna", "El Meridiano", viernes 30 de noviembre de 2018).

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