Pilar entre ruedas
Nunca comprendí el letrero en el ascensor de unos cines de Zaragoza: “Para uso de minusválidos y discapacitados”. Tampoco entiendo que a las personas con discapacidad se les meta en el mismo saco que a los profesionales de la comunicación. La otra noche, asistí a un concierto. Faltaba media hora. “Puedes permanecer a su lado, a no ser que esto se llene de periodistas y debas ocupar tu localidad”. ¡Toma ya! En el Auditorio mi pareja y yo siempre ocupamos dos asientos contiguos, perdón, uno junto a mi silla.
La cosa no terminó ahí. Llegaron dos amigos, uno de ellos apoyado en bastones. Su destino, la primera fila. “Disculpe, la persona que nos vendió las localidades aseguró que no había ningún escalón para acceder”. Minutos después, otra joven con muletas. Le indicaron subir algunas gradas. Otra persona en silla decidió salirse. Otro muchacho más, pero vio el espectáculo de costado.
Continúan haciéndose calles sin aceras rebajadas. Hace poco multaban a otro ciudadano sobre ruedas por ir por la calzada. ¿Y al que hizo la calle? Hay casas nuevas con escaloncito en la entrada. Seguimos sin poder subir al autobús de línea, salvo excepciones; seguimos con las obras del tranvía. No siempre sobre ruedas vamos para delante.
Este verano estuve en uno de los no muchos viajes para personas de movilidad reducida. Una preciosidad: Oropesa del Mar – Marina D,Or. La habitación, no daba para girar la silla –nos la cambiaron-. El entorno: bordillos, escalones, rampitas asesinas… De última generación, de hace dos días. “Habrá un día en que todos…”. ¿Pero cuándo?
María Pilar Martínez Barca
(Heraldo de Aragón, "Contraportada", "La columna", sábado 15 de ctubre de 2011).
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