Carta a los Reyes
Queridos Reyes Magos:
Este año no os pedido nada especial. Quiero daros las gracias. ¿Que por qué? ¿Recordáis cuando me dejasteis vuestras cartas en tintas de colores diferentes? ¿Y cuando me trajisteis a Maribel, mi muñeca predilecta? ¿Y aquel pequeño acordeón…? ¡Qué ilusión, Reyes míos! Yo escuché vuestros pasos la noche que dormí en casa de los tíos, y luego a la mañana allí estaban los regalos. ¡Fue verdad!, tan verdad como ahora os escribo estas líneas.
Parece que la veo, la nevada a través de la ventana, húmeda la mirada de asombro y alegría. Y detrás de los sofás tantos juguetes… ¿Pero qué digo? Me lo contó la persona a la que amo. ¡Tan grande es la empatía! Y luego los mayores dicen que no existís. ¿Que no existe la magia del amor?
¿Sabéis, Mis Majestades? Nunca seré mayor. Las personas mayores solo creen en la crisis, y en que todo va mal, y en cosas tristes y feas. No tienen ojos para ver. Pero a mí este año, como siempre, me habéis traído el regalo más bello: mis sueños transformados en realidad.
“Mecía a la muñeca entre las lunas / chiquitas de sus brazos. Los cabellos / bañados en un polvo de luciérnagas” (Del Verbo y la Belleza). ¿Que no existe la magia? “Las palabras son la herramienta más poderosa que tienes como ser humano: el instrumento de la magia. Pero son como una espada de doble filo: pueden crear el sueño más bello o destruir todo lo que te rodea” (Miguel Ruiz, Los cuatro recuerdos). Quizá por eso, los mayores que se creen poderosos retuercen y manipulan las palabras; pero yo, con mis ojos de niña, no lo entiendo.
Me habéis traído amigos, mil rincones, montones de recuerdos, experiencias, deseos… ¿Que no existe la magia de la vida? “No quise vivir solo: / y elegí la alegría de descubrir a otro, / de dar, de compartir […] // Y hubo mil cosas que no elegí, / que me llegaron de pronto / y me transformaron la vida” (Rudyard Kipling). El tranvía, la luz, el teléfono… todo sube. Solo una cosa cierta sin embargo: “Para cambiar la vida por fuera debes cambiar tú por dentro. En el momento en que te dispones a cambiar, es asombroso cómo el universo comienza a ayudarte, y te trae lo que necesitas” (Louise Hay). ¿Simple magia?
No os he pedido libros. Me otorgasteis el don de la escritura, de intuir tras las sombras, de la edición incluso. “Hoy también el sol le había ayudado a entender algo más: que fue su gran fuerza interior, su entusiasmo, quienes le hicieron salir adelante y convertirse en una persona de éxito, alguien que supo aceptar el cariño de los demás y devolverles sus “obras de arte”” (Rocío Sánchez Felipe, “Un día de lluvia, un día de sol”).
Y seguís escribiéndome, reyes míos. “Hola, tía, eres la mejor” (mi sobrino Jorge). “Te quiero mucho, tía Pili. Que nunca dejes de girar, como mi peonza” (mi sobrino Juan). “¡Oh maravilla! Ver semejante luz donde la veo” (Hafez Shirazí). Epifanía.
María Pilar Martínez Barca
(Heraldo de Aragón, "Tribuna", "El meridiano", domingo 6 de enero de 2013).
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