El dios ateo
Foto: http://www.filmaffinity.com
Veía ayer “La teoría del todo”, película que narra la vida de Stephen Hawking, basada en el libro de Jane Wilde, su ex mujer, Hacia el infinito. Jane, además de esposa, eterna enamorada, compañera, amante, madre de tres hijos y asistenta personal durante veinticinco años de su marido, es licenciada en Filología Hispánica y Francesa y especializada en la Edad Media. Se descubrió enamorada de Stephen en la Alhambra de Granada, donde vino a documentarse sobre las jarchas mozárabes.
“Un genio, sí; pero también un ser terco y vanidoso”, define a su marido en un momento del libro. Sin embargo, la película está hecha con un mimo exquisito, con rigor científico, con una ternura sobrenatural. Hija de padres anglicanos, es consciente de que su propia fe mantiene a Stephen Hawking con vida a sus setenta y tres otoños, cuando en 1963 los médicos le daban dos años como mucho.
Fue por entonces, durante los estudios de ambos en la universidad de Cambridge, cuando se comprometieron. “Sé que doy una imagen de jovencita débil; pero tengo mucha fuerza para soportarlo. Y nos queremos”, dice al padre de Stephen. Pasan los meses; van naciendo los hijos: Robert, Lucy, Tim. Lo que al principio era inestabilidad y leve dificultad en la manipulación, se va degenerando al paso de un ser desconocido al que llamamos tiempo. A este dedica el joven astrofísico su tesis doctoral.
Sin embargo, el tiempo se detiene ante el amor y las ayudas técnicas que, en el silencio de la aceptación, Jane va presentando a Stephen: una silla de ruedas, una segunda con motor –¡qué divertida escena cuando el padre y los niños bailan subidos a ella!–, el alfabeto de letras por colores cuando la traqueotomía, el dispositivo que transforma la escritura en voz robotizada… Casi todo controlado, excepto cuatro incómodos escalones en la finca de campo, y los sentimientos.
El profesor Hawking continúa buscando una fórmula única que lo explique todo, de la física cuántica a la relatividad de Einstein que lo aproximaría a los agujeros negros. Se hace necesaria la asistencia externa: primero, Jonathan, el director de coro; después, la enfermera Elaine Mason –su segunda esposa–. ¿Un nuevo “big bang”?
María Pilar Martínez Barca
(Heraldo de Aragón, "Tribuna", "Con DNI", viernes 23 de enero de 2015).
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