Un juego de llaves
Un juego de llaves, José Antonio Conde, Zaragoza, Libros del Innombrable, 2014, 46 páginas.
“La escritura, como la vida, es una búsqueda”, afirma Fernando Sanmartín en el prólogo. Y más si esa búsqueda es sincera, con un lenguaje cada vez más desnudo y transparente, que descifre las claves, los espejos, la aparente derrota.
“El acercamiento resbala / como la lluvia en los cristales”. ¿El reflejo velado de una despedida? “Ante la duda, / lo esencial: / la desnudez de provisiones”. José Antonio Conde no puede renunciar en su último poemario, Un juego de llaves, a la dicotomía, el poema breve y condensado, el exquisito mimo de la forma, el juego de la contradicción. Pese a que la línea entre ficción y realidad parezca adelgazarse más que nunca. “Todo me conduce / hasta ti / sin sensatez”.
Una arquitectura férreamente trabada, sin concesión a la inocencia. “Y un lenguaje perdido / de secuencias / encadena otro aprendizaje”. El poeta, adicto a los conceptos, juega con una economía más doméstica: de alquiler de pronombres, propiedades vacías, presupuestos al alza en emociones, recibos vencidos de pasión. Y reconoce: “Me gustan los interrogantes, / el cambio de susurro, / la plusvalía de los espejos”.
No podía faltar otro elemento siempre presente en Conde: los mitos. “… Sería como perder a Viriddiana”. El cine es otra de las claves de este libro, que pueden escribirse en un papel; de Candilejas o Scarlett O’Hara, pasando por Woody Allen, a Ingrid Bergman. Y Humphrey Bogart, el gran adulador. De perderse al “buscar en lo cóncavo / razones para el silencio” a las llaves que guardan los destinos, la penúltima clave: “Nunca cierres las puertas”.
¿Derrota o simple juego de máscaras?
María Pilar Martínez Barca
(Heraldo de Aragón, "Artes y Letras", jueves 5 de febrero de 2015).
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