Peregrinos
Foto Jesús Alba Enarriaga
El pasado noviembre salíamos de Barajas al aeropuerto de Ben Gurión, en Tel-Aviv: Nazaret, Jerusalén, Ein Karem, Belén… Hace una semana partíamos de la cuna de María del Pilar, donde esta se hizo presente el año 40 a Santiago y sus condiscípulos, al santuario de Nuestra Señora de Lourdes, en el Pirineo francés. Enfermos, ancianos, dis-capacitados, voluntarios, peregrinos, responsables. Unas 400 personas cogíamos los autobuses rumbo a la Gruta de Massabielle, no precisamente tras un milagro físico. ¿Qué buscamos en masa en este tiempo de apatía y descreimiento?
Según la tradición católica, por tantos hoy ignorada, en mantillas o vuelta intencionadamente del revés, la madre de Jesús se nos muestra, generalmente a través de personas muy sencillas, en momentos puntuales de la historia, especialmente conflictivos. El Pilar, Lourdes, Fátima, Medjugorje… Hay siempre unos mensajes que los videntes deben transmitir. Aparte, miles de santuarios marianos por todo el mundo, y las sencillas ermitas de los pueblos, como la de la Virgen de la Dehesa en Velamazán, donde aún recuerdo los exvotos de las ofrendas y curaciones.
¿Piedad popular? ¿Opio del pueblo? ¿Agarrarse a un clavo ardiendo? ¿Fe sincera y evidencia de hechos contrastados? ¿Negocio en mezcolanza con intereses oscuros? Me lo he preguntado muchas veces, hasta noviembre pasado.
María era una mujer del pueblo, y a la vez culta, preparada desde niña para una misión. Lo descubrí en su tierra. Una tierra a la que unos cuantos jóvenes fueron para hacernos más fácil el camino a peregrinos con capacidades especiales y movilidad reducida. Nos sentimos felices, muy felices, unos ayudando a otros. ¿El paraíso recobrado? Lo he vuelto a ver en Lourdes.
Los médicos haciéndose peregrinos; los peregrinos, sabiéndose limitados; los enfermos sanando afectivamente; los más mayores sintiéndose revitalizados por el contacto con los jóvenes. Me encontré con un viejo amigo sacerdote, Ignacio Cendoya, que me diera la Primera Comunión en la parroquia de Begoña. Volví por un momento a mi niñez.
Cerrar círculos, para abrir otros nuevos. Seguir amándonos y entregándonos hasta la montaña, el río, el horizonte. En entornos católicos sinodales se habla hoy mucho del kerigma, el primer anuncio de la fe. ¿Y si el auténtico milagro está en compartir los panes de la vida, como Pablo Serrano? Quizá nos debamos reciclar.
María Pilar Martínez Barca
(Heraldo de Aragón, "Tribuna", domingo 9 de julio de 2023).
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