Duelo al cubo
Foto Teléfono de la Esperanza de Aragón
La fuerza de los límites
Desde mi sillón
Testamento filial
Fue el verano del 82, el de Palma de Mallorca. Mi padre se compró un seiscientos de prácticas, y al ir al pueblo sucedió –nosotros con el tío–. Tirado boca abajo, tras dar la voltereta y golpearse la nuca. Unos 42 años de regalo.
El año pasado, a los 89, los problemas de próstata, y ahora, a los 90, fractura de cadera. Lo hemos acompañado a un centro de rehabilitación, vamos todos los días. Nunca perdemos la esperanza de que se recupere pronto, a la velocidad casi de la luz. Sin embargo, se encuentra abstraído en su mundo interior.
Él, que ha recordado siempre cada pueblo de España –desde las oposiciones a Correos–, los números de teléfono y carnet de toda la familia, no se acuerda de los cumpleaños de nietos, esposa ni hijos.
Preparaba él la cena, la sopica con un huevo cocido, doliéndose del olvido de mi madre. Hoy se niega a coger por sí mismo los cubiertos, y pasa tiempo dormitando. Aparte las molestas de una intervención reciente, ¿estará tirando la toalla?
¿Vivo un duelo anticipado? ¿Dónde la vitalidad desbordante de mi padre? Él, que me enseñó a leer y nos sostuvo. Aunque un día se aleje, será perenne en mí.
María Pilar Martínez Barca
A nuestro alcance
Duelo elevado al cubo
Vergüenza, culpa, estigma social, retirarte la mirada. El duelo por suicidio agrega unos componentes especialmente dolorosos.
M. P. M.
Así lo van confrontando con la experiencia Isabel Irigoyen, psiquiatra de la asociación Paso a paso Aragón, y las familias.
Ana Pilar Andreu pertenece a ella desde septiembre de 2022, meses después de haberse suicidado su esposo. “Mi marido fue por un tema de estrés. Después de pasar la covid, le quedaron unas secuelas de las que no se habla nada, pero que existen. Sufría neblina mental, confusión, falta de memoria a corto plazo”.
Tras de cada muerte por suicidio, hay al menos seis personas cercanas afectadas psicológica y afectivamente. Es fundamental no ocultar el motivo de ese duelo y compartir el dolor con personas y familias en situación similar. “Los primeros meses lloraba por cualquier cosa, y eso que me considero una persona fuerte. Estuve tres meses prácticamente del sofá a la cama y de la cama al sofá”.
Es la otra pandemia silenciosa, de la que el año pasado nos dejaron solo en Aragón nada menos que 98 víctimas. La asociación, junto a otras asociaciones, reclama más recursos sociales y atención psicológica y psiquiátrica. “Quiero que la gente se conciencie de que esto nos puede pasar a cualquiera, que es la enfermedad del siglo XXI”. Puede sucedernos a cualquier edad.
“Le encantaba vivir y disfrutaba como nadie de todo… de la vida, de los viajes, de su familia –recuerda Ana Pilar– . Entiendo que es que no podía seguir sufriendo así”.
Página web: https://pasoapasoaragon.wordpress.com.
Más corazón
Duelo del migrante
“El duelo migratorio es un tipo de elaboración de la pérdida que empieza cuando una persona emigra”. Se ha dado en todas las culturas, desequilibra a la persona.
Se sale de un país en guerra, de una situación paupérrima. Se deja atrás hogar, familia, amigos, hábitos aprendidos. Del punto de partida al de llegada, no siempre hospitalario. El duelo crónico o síndrome de Ulises es muy frecuente.
La cosa se complica cuando el migrante pierde a un ser querido. Por una parte, la repatriación del cadáver es harto difícil, mucho papeleo y dificultades añadidas; de la otra, poner distancia al duelo, no poder despedirse, es doblemente doloroso.
El migrante padece varias muertes sucesivas.
M. P. M.
(Humanizar, Nº 197 -Madrid, noviembre-diciembre 2024-).
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