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La lampara encendida

La manzana o el vértigo

La manzana o el vértigo

Sólo si tú me miras la luna cobra sueño
y se tiende, tranquila, en mi regazo.
Sólo cuando sonríes es más hermoso el aire.
Tus ojos se me posan tan adentro
que parecen dos lagos, en el útero fértil
de la tierra, entreabierta a tu pasión.
¿Quién inventó el amor?
                    ¿La manzana o el vértigo
sagrado de la vida hacia la vida?
Repósame tu piel, lenta, en mis pechos,
y que toda tu savia se me estremezca honda
como un inmenso abrazo sin orillas.
Sólo cuando tus labios me acarician
se entreabre la flor, y te sé ya tan íntimo
como la luz y el aire que nos nutren.
Si te abrazo, poseo ya todo el horizonte,
y los límites últimos, y la esencia.
¿Quién poseyó el edén, sino quien ama
hasta el mítico centro de la tierra?
Sólo cuando mis manos se reposan
en tu rostro de almendro,
                                  o en tu vientre,
se recrea la luna en mi interior.

 

Sólo cuando te amo,
                            y tú me amas,
se desvela el secreto de las estrellas últimas,
de los dioses lejanos, de la vida, tan nuestra.
Soy tuya, tú eres mío,
y no hay tierra, ni mares, ni montaña profunda
que no nos pertenezca.

Sólo si nos amamos, tan sin fondo,
desde la nuca al pie,
                            del vientre hasta los labios,
es nuestro el universo.

                      (La manzana o el vértigo).

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