En luna llena
Foto portada Prames
12. En plena luna
I Fuego
Hacía niebla, y frío, y honda noche
ribera del Moncayo. Allí, en la plaza,
el viento iba rizando estrellas tibias
del fondo de la fuente. Se prendiera
el corazón hirsuto de unos leños
y el aire, de repente, se hizo llama,
silencio en las miradas, brisa lenta,
reposo allá en el centro de los árboles.
Algo como libélula, encendida
en la más suave cera, nos condujo
a un espacio interior, cálido, hermoso.
Lucían los altares, revestidos
de un aliento entrañable. Había apenas
asiento en los escaños.
Honda se hizo la luz, honda la sombra,
por saber del calor de la esperanza
en la noche cerrada del espíritu.
Quedamos como absortos, silenciados,
tan plenos ya de luna y de promesas
de horizonte entreabierto a lo más íntimo,
que rebrotó la vida en resplandores,
bengalas, globos, cánticos, racimos.
Era todo un ardor fluyente y puro.
II Palabra
Tomamos los asientos, las alfombras,
el suelo, los rincones… Y templamos
tersamente el silencio: proclamábase
aquella hermosa historia del Dios de los orígenes,
de abismos, mares, fuegos, tierra fértil
y arcilla esperanzada, bestias, frutos.
Separen las lumbreras noche y día,
y vio que germinaba la belleza.
Al fondo, unas guitarras que despiertan
de lo hondo del prodigio y nos preparan
las aguas interiores: Tendió su mano al mar
y fueron ya vencidas las más amargas sombras,
la luna iluminara por siempre el corazón.
Y vuelven las guitarras, los cánticos, los ramos
dispuestos ya al encuentro, al desposorio
con quien nos rescatara del olvido
al darnos vida y sueño y aliento y esperanza.
Las flores que colgamos de los muros
parecen renacer, en la alegría,
profunda, de la noche. Y escuchamos
como un anuncio ambiguo, extravagante,
hermosamente cálido: Quien ama
recibirá ternura a manos llenas,
rebosará en la paz de los felices,
será ungido en amor y vida plenos.
Sentimos ya el instante venturoso
del aura presentida, de la aurora
bendita por las lunas: Llegaron muy temprano
y ya nadie habitaba el lecho hondo del sueño;
tan sólo algunas vendas, conmovido el silencio,
y un halo ardiente y suave que horadaba
la piedra amanecida. Desde entonces
sabemos del destino celeste de los cuerpos,
de esa hermosa materia que nutre el corazón.
III Agua
Seguían las bengalas, los cánticos, los globos
dando un aire de gozo estremecido
a la fiesta, a la noche, al santuario.
Las aguas de la fuente resonaban
muy dentro de nosotros, como un río
que fuera a dar al centro, purísimo y arcano.
La luna sondeaba el interior.
Y había un fondo extraño en las figuras
que, absortas, compartían el delirio
de tanto fuego o nombre o agua fecunda.
Y así, todos conjuntos, enlazados
por una fuerza oculta y cristalina,
por una luz apenas conformada,
dímosles rienda suelta a las promesas
un día presentidas, sólo aurora:
«Fuera queden lo oscuro y lo maligno,
que fuimos concebidos a la vida
en pleno novilunio de ternura.
Creamos en el Dios de los confines
del hombre y sus planetas,
que dejó a nuestros pies alados toda
la hermosura engendrada de su aliento,
y herederos nos hizo del asombro.
Amemos a ese hermano que hoy renace
en cada corazón crucificado,
retornado a la luz, vuelto presencia,
que es más cálido el hombre que ha sufrido.
Bendito por las lunas ese espíritu
que recrea la vida palmo a palmo,
esperanza a esperanza, lumbre a lumbre».
Y arde el agua en noche primigenia.
Retornan las guitarras, los cánticos, las luces…
De pronto comprendemos: ya sepultos
a toda oscuridad la luna hiere
el lago tan profundo en que durmiéramos
en espera entrañable de esta hora.
El horizonte se abre en plena umbría.
Y el agua se conmueve en lo más íntimo,
brotando y rebrotando en las miradas.
IV Pan
Dispuesta queda ya la hermosa mesa
ceñida de guirnaldas y racimos
y verdes y semillas y frutales.
En cada asiento arde una honda llama.
Y aquí, en el centro mismo del convite,
la hogaza de pan tierno y esta copa
que nos han de saciar el corazón.
Llevamos con nosotros cuanto hubimos
dejado madurar en nuestros huertos:
tristezas y ternuras, pasión y soledad,
el agua que fecunda y el fuego que alimenta
los más puros deseos de la carne.
Perdura una presencia en cada rostro,
en cada río oculto, en cada vaso.
¿Quién vino a compartir tanta alegría
como ahora nos desborda en este instante
gozoso de la cena?
Se ha hecho un gran silencio en la caverna,
y una luna real, plena, entrañada,
comienza a despuntar tras de los valles
de la roca antiquísima del espíritu.
Jamás tan hondo amor nos consumiera.
Muy lento ya clarea en las miradas
más allá de la noche, de la brisa,
de los leños en flor y la honda fuente,
de la placita a orillas del Moncayo.
Henchido el corazón, plena la carne
de auroras presentidas, se nos dona
la vida hecha fracción, luna, horizonte.
Debemos de volver a nuestras tiendas.
Germina ya la noche en cada luz,
en la más bella aurora de todos los milenios.
(En luna llena, Zaragoza, Prames, Las tres sórores poéticas, 2020. XXIII Premio Nacional de Poesía “Acordes”, Ayuntamiento de Espiel –Córdoba–, Concejalía de Cultura, 2016).
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