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La lampara encendida

No llueve a gusto...

Dicen que quien soporta nuestro clima es capaz de soportarlo todo. Y debe ser verdad. Ya bien entrado junio hacía un frío que pelaba, y a los dos días nos vino un calor que se freían los huevos en la acera. Por Pilares seguíamos sorprendiéndonos de que la temperatura no era la habitual –pese a que fue de agradecer para los feriantes y la ofrenda–; lo mismo que en los Santos. Y ahora, de repente, se ha echado encima el aguacero, un frío invernal y este cierzo traidor. Otros años en esta época ha hecho mejor tiempo. ¿Alguien nos dará gusto?

A mis sobris supongo que les supone cierto esfuerzo madrugar para ir al colegio o, ya, al instituto; pero disfrutan superándose. Y de algo tan sencillo los adultos empezamos a hacer cábalas, análisis poliédricos, comparativas, conclusiones hiper-surrealistas… ¿Educación para la diversidad o sobrevaloración de los talentos? ¿Español para todos o lenguas autóctonas y extranjeras? ¿Principado, corona o república catalano-aragonesa? ¿LOE o LOMCE? Tenía la otra noche la suerte de asistir a la Gala de ASPANOA (Asociación de Padres de Niños Oncológicos de Aragón) en su 25 aniversario. El humorista Javier Segarra, conductor de la misma junto a la periodista Mayte Salvador, invitó a participar a una niña feliz: no sabía nada de Urdangarín, Rajoy ni Don Juan Carlos; pero sí la canción del ratón de Susanita. ¿No tendrán más sentido común nuestros locos bajitos?

Escuchaba a Juan Goytisolo, flamante y merecido Premio Nacional de las Letras Españolas, cómo la Transición fue solo política, no ideológica ni mucho menos cultural. Y Javier Marías escribía recientemente en El País: “Van a cumplirse dos años desde las últimas elecciones. Sí, solo dos años, aunque parezca que Rajoy, Sáenz de Santamaría, Montoro, Mato, Wert y demás conmilitones lleven burlándonos una eternidad. […] Las partidas presupuestarias han caído en todos los ámbitos: los enfermos “copagan” sus medicamentos (es decir, los pagan dos veces); los “dependientes” se han quedado sin asistencia y algunos pacientes crónicos han de contribuir a sufragar las ambulancias que los transportan para sus tratamientos…” –y dale con mezclar churras con merinas, pero bueno–. ¿Sanidad pública o privada? ¿Tarjeta sanitaria para los inmigrantes, si o no? ¿Hasta cuándo seguir rizando el rizo? ¿Y los pacientes…? “Muerto el burro, la cebada al rabo”, decía el dicho popular.

Solo unos ejemplos. Porque entre “No hacen más que mentir” y “Estamos al final del túnel” va más de un trecho. Quizá la culpa, de Esos días raros de lluvia, de la autora María Pérez Heredia: “Solo es la historia de cómo nos convertimos en sombras sobre el asfalto y todo ese rollo. Nada más”. Habrá que aprender a sonreír. Rosa Montero habla de cómo una fiel lectora le envía una fotografía de Madame Curie sonriendo, ya cercana a la fecha de su muere, algo inhabitual en la científica. Y añadirá: “En las Navidades de 1928, Marie Curie le mandó una carta a su hija Irene para felicitarle las fiestas. Y escribió: “Os deseo un año de salud, de satisfacciones, de buen trabajo, un año durante el cual tengáis cada día el gusto de vivir, sin esperar que los días hayan tenido que pasar para encontrar su satisfacción y sin tener necesidad de tener esperanzas de felicidad en los días que hayan de venir””.

María Pilar Martínez Barca

(Heraldo de Aragón, "Tribuna", "Día a día", lunes 25 de noviembre de 2013).

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