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La lampara encendida

Laura

Laura

Foto Efe

Se sentía mayor. Seguramente le gustasen los chicos, como a Iris y Paloma en Tacones y muñecas, la última novela de Ángela Labordeta: “Iris abrió los ojos y se dio cuenta de que bebió demasiadas cervezas la noche anterior y de que le duele la cabeza y de que no sabe por qué finalmente aceptó comerse aquella mescalina”. Pasaba de los doce.

Mujeres de la clase media de los ochenta, cuando todo parecía comenzar y, sin embargo, son víctimas de un lastre de frustración y falta de valores. La situación política ha cambiado lo suyo. ¿Y la social? Ahora vivimos más acelerados, mucho más prematuros. La música a todo trapo, el sexo, el botellón, están mucho más a mano de cualquier preadolescente. ¿Cómo adquiere una niña alcohol? ¿Responsabilidad de los padres, de las autoridades, de los propios menores?

Parece que fue ayer cuando nacieron, y comenzaron a dar sus primeros pasos, a comprender el mundo con palabras sencillas, mis sobrinos mayores. Y ya tienen quince y trece años. Atraviesan esa edad de empezar a salir, de los deseos iniciales –más si cabe las chicas–, de pasarse secretos todavía inocentes por el whatsapp. Su aplicación en los estudios y el deporte tranquilizan. Pero no deja de dar un poco vértigo.

Booling o acoso escolar, contactos físicos tempranos, noticias sobre abusos, droga… Y el botellón, una práctica de ocio y de fines de semana que va en aumento. A la dosis ingerida unió un último vodka que colmó el vaso y desbordó su organismo. Cayó redonda al suelo; sus compañeros no se atrevieron a avisar por miedo a represalias. La llevaron al centro de salud en un carrito de la compra, un pelín tarde. Laura era una niña simpática y normal en San Martín de la Vega, acaso más desarrollada. Nadie se esperaba ese final.

Según médicos especializados en atender un coma etílico, parece que la mujer, y más si no se ha terminado de formar físicamente, tiene menos tolerancia al alcohol. ¿Quién no ha bebido hasta el éxtasis en alguna fiesta, de joven y no tan joven? Sin embargo, la clave está en no pasar los límites; no convertir en hábito el descontrol.

María Pilar Martínez Barca

(Heraldo de Aragón, "Tribuna", "Con DN", viernes 11 de noviembre de 2011).

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