Tiempo de esperanza
Foto: Francisco Javier Martínez Barca
El Principal y el Teatro del Mercado se llenarán de música, títeres y guiñol para los peques, el belén de la plaza del Pilar está en preparación, las calles y los comercios se iluminan –aún no me he fijado en El Corte Inglés–, la Red ofrece mil y una ideas para regalar, polémica sobre sillas de pago o no de pago en la cabalgatas de los Reyes, el concierto de Año Nuevo en el Auditorio casi como el de Viena, Dinópolis nos guarda sus sorpresas… ¿Va en menguante la crisis?
Adviento: “En algunas Iglesias cristianas, tiempo litúrgico de preparación de la Navidad, en las cuatro semanas que la preceden”. Ni lo uno ni lo otro. Perdónenme.
Olvidamos que María dio a luz en un portal. Como esa joven a la que hace unas semanas le llegó en un patio de Las Fuentes, por sorpresa. Como tantas inmigrantes que paren a su niño en la patera, el cayuco o el medio de transporte misérrimo que les toca. Pero nosotras no; aquí se pare como manda Dios. ¡Solo faltaba!
Sin embargo, el dolor no hay quien nos lo quite. ¿Será por aquello del pecado de nuestra primera madre? ¿O porque los pecados siguen persistiendo? ¿O sencillamente por ley natural? El caso es que las contracciones duelen, es inevitable. Comentaba una amiga por Facebook como le durarían dos días con dos noches. O pueden presentarse de madrugada y el querubín nacer al día siguiente.
La espera se hace interminable, hasta para la familia. Ni sabes ya dónde sentarte –aun con la silla incorporada–. ¿Será del veinticuatro o del veinticinco? El whatsapp cumple su papel: La han pasado ya al paritorio, pronto nacerá.
¡Qué cosita! La carita redonda, tan graciosa. Todo su cuerpecito ya completo, y tan suave y blandito, hasta los cinco dedos de sus manos y sus pies. ¿Era así el Niño Jesús? No hay imágenes suyas en las redes sociales. ¿O lo refleja mejor el poema de Gabriela Mistral? “Piececitos de niño, / azulosos de frío, / ¡cómo os ven y no os cubren, Dios mío!”.
Ya no nos duele nada. Ni queda rastro alguno de pecado. No han debido parir muchas teólogas, para seguir hablándose de pecado original, en lugar de falta de solidaridad y de memoria. Bienvenido a tu casa, sobrinito. Va a ser una preciosa Navidad.
María Pilar Martínez Barca
(Heraldo de Aragón, "Tribuna", "Con DNI", viernes 5 de diciembre de 2014).
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