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La lampara encendida

El silencio de Dios

El silencio de Dios

Foto: Marga Alonso

Dios ha muerto, ya lo dijo Nietzsche. En Viernes Santo no tenemos Cristo, comentaba irónico mi tío. Y hasta Benedicto XVI terminó concluyendo que Dios parecía realmente dormido en este siglo XXI del mundo y de la Iglesia.

El nihilismo nietzschiano apoya otro rango de valores, otra especie de hombres y mujeres independientes de los viejos dogmas. El ser humano sería el artífice y responsable de sus propios errores y virtudes. La mujer pasaría a ser dueña absoluta de su cuerpo. Y a su pareja le sería lícito tomarla como objeto de placer y posesión.

¿Nos sabemos de verdad responsables de echar plásticos al mar? ¿Y de la picaresca en los hoteles? A veces me pregunto si la clase política –la casta y la no casta– ha olvidado que es la creadora del bien común. ¿Y el piloto que decide suicidarse en pleno vuelo? Lo que ya no comprendo de ningún modo es la guerra yihadista; o esa madre que envía a Siria a sus dos gemelos por la causa de Alá. Cuando no existe Dios.

No sé si el orden del cosmos, o que los tiempos no daban para más, nos vino el papa Francisco con sus nuevas gafas de mirar las cosas, y el silencio de Dios, expresión polisémica, dio un giro a lo místico. “Orar es tratar de amistad con quien sabemos nos ama”; la frase nos sabe y huele a recién horneada ahora que Santa Teresa ha cumplido 500 primaveras.

 “Cuando os veo recorrer las calles me caen las lágrimas de felicidad”, diría a los cofrades Ángeles de Irisarri, nuestra flamante pregonera. Sin embargo, la Pasión es cruel, salvaje, irrepresentable: “Y le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y, doblando la rodilla, le rendían homenaje” (Marcos 15, 19).

La noche de Miércoles Santo, en la procesión de Cristo camino del Calvario, escuchaba a una madre explicarle a su niño con ternura la primera caída de Jesús, y la sangre y las muchas heridas que le hicieron, y me quedaba a bolos. ¿No solemos huir del dolor? El Ho’oponopono, práctica tradicional hawaiano de origen polinesio, enseña a sanarnos integralmente, aceptando el dolor, por mediación de la divinidad.

¡Dios mío, Dios mío! Últimos gritos recogidos en el supuesto vídeo del avión de los Alpes. No se escuchaba a Dios.

María Pilar Martínez Barca

(Heraldo de Aragón, "Tribuna", "Con DNI", viernes 3 de abril de 2015).

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