Valero, cabeza de Aragón
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Estamos todavía en la primera fase o fase débil de la AI, o inteligencia artificial, según Rosa Montero. Podemos visitar un museo, la basílica del Pilar, la catedral de La Seo o el Parque Grande. Podemos hacer un viaje virtual, crear efectos especiales en La sociedad de la nieve o intentar ganarle al robot ajedrecista. Hay aplicaciones positivas, como en la medicina, las máquinas y recursos que nos sirven para vivir mejor, la domótica.
Y ha empezado a crearse una portada, un gráfico, un libro entero por la combinación permutatoria de vete tú a saber qué cifras y logaritmos. Y artistas y editores temen ya por la integridad de sus derechos y su obra.
Es solo el principio. En una carrera hacia la generalización y la superinteligencia, los drones que nos traigan el pan se mezclarán con los coches autónomos y los clic que se incrusten en el cerebro, como hoy las gafas o los audífonos.
Ante esa tesitura, y antes que sea demasiado tarde, me gustaría descubrir por una secuencia de ADN, el cúbito o un huesecillo del cráneo, la personalidad de San Valero y el contexto histórico que le tocó vivir.
¿Fue realmente diverso funcional, con problemas de habla como Demóstenes? ¿Por qué no fue condenado en Valencia? ¿Cómo se desenvolvió en el concilio de Elvira, Granada? ¿Cuál su misión en Roda? ¿Exasperaba a Diocleciano?
La casa de Rosalía, Valldemosa y Chopin, el Monasterio de Yuste como retiro de Carlos V, la Encarnación, Tierra Santa… Siempre tuve facilidad para ponerme en los muros y en la piel de quienes allí habitaron, sin más inteligencia sentimental que la mía propia, condimentada de historia y fantasía.
Es bueno saber navegar por las redes, aprender tecnología punta, abrirnos a la última y a caminos nunca antes imaginados. Pero una generación que jugó en la calle, con balones, palos y muñecas que no lo hacían todo, tiene mucho que enseñar. En tiempos de Valero tampoco habría muchas técnicas más allá de su propia voluntad y su tesón. No necesito mucha inteligencia artificial, sí empatía. Mañana, en su fiesta, que podamos compartir un buen roscón.
María Pilar Martínez Barca
(Heraldo de Aragón, "Tribuna", domingo 28 de enero de 2024).
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