Semillas
Foto: www.todocoleccion.net
Me venía a la mente El osito cazador, uno de los cuentos de mi más tierna infancia: su sombrero de pluma, su cinto a la cintura, su ballesta y sus flechas. Ahora nuestro protagonista era un muchacho de ESO; y junto a ballesta, de verdad y casera, llevaba un machete y un cóctel molotov fabricado con una botella de cerveza.
La profesora de Castellano fue su primera víctima; la segunda, su hija. A la tercera dicen que va la vencida, y el profe de Sociales, amante de la Historia, no parecía ser su favorito. Vendría luego el juego de a ver a quién le toca la china: una docente más y otro compañero.
A la par, un “spot” o consejo publicitario –¿por qué los anglicismos cuando es tan rico nuestro idioma?– sobre la violencia de sexo (que no de género) entre adolescentes.–¿Otra vez te ha llamado? –Sí. –Quiere controlarte; déjalo ya.
David Jurado, profesor de Educación Física del IES Joan Fuster de Barcelona, desarmó al muchacho dialogando. “A veces, los adolescentes acumulan tensiones y, si se junta con un brote, se da la tormenta perfecta”, asegura. Sin embargo, permítaseme otra teoría.
Los niños y adolescentes nos imitan; vamos sembrando en ellos semillas de futuro, en negativo o fecundas en esperanza. Lo que tiene que ser está en potencia. ¿Y qué van a aprender si ven cómo un adulto abalanza a su perro contra un policía? ¿Y a un capitán que ahoga en su barco a casi 1000 inmigrantes? ¿Y a otro imbécil que se pega un tiro en el pie por saber lo que se siente?
Y viceversa. “La cultura es una forma constante de tempestad”, se afirmaba en la entrega de los Premios Búho, de la Asociación Aragonesa de Amigos del Libro. La belleza de la Torre del Agua, o la nueva exposición de Isabel Guerra en el Patio de la Infanta –hasta el próximo 24 de mayo–, generan más Belleza. Continúan leyéndose libros en papel; Víctor Manuel y Ana Belén nos siguen ofreciendo “Canciones regaladas”, y a algún político se le ocurre unir nuestra esencia romana, árabe y judeocristiana.
¿Qué semillas sembramos? Es posible subir de nota en felicidad. Si el hispanista Raymond Carr, Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 1999, ha llegado a los 96 otoños, será por algo.
María Pilar Martínez Barca
(Heraldo de Aragón, "Tribuna", "Con DNI", viernes 24 de abril de 2015).
0 comentarios