Ritos de iniciación
Foto: www.periodistadigital.com
Yo comulgué de calle. En mi parroquia no dejaban que las niñas y los niños nos vistiésemos de princesas, marineros o cosas estrambóticas para recibir el cuerpo de Jesús. Siempre lo he agradecido, una formación sencilla que me ha llevado a interiorizar, a centrar la experiencia religiosa sin volantes ni birbirloques. Como la de mis hermanos, mi Primera Comunión la celebramos en casa, con los regalos práctico y justos. A mitad de camino entre la de mis padres y abuelos –en el pueblo no había dinero para celebraciones– y las de nuestros peques, con restaurante, payasos, disc jockey y toda pesca; donde lo que menos importa es comulgar.
Y es una pena perder la perspectiva y la raíces como rito de madurez e iniciación, espiritual católico en este caso. En otras culturas no lo pierden. Ocho años, la edad en la que muchos niños ya trabajan; la misma edad que tenía Abu, el pequeño inmigrante subsahariano al que intentaban pasar la frontera de Ceuta dentro de una maleta. Todo un rito iniciático para él; un cambio de país y de cultura, y un cambio, ojalá, de la extrema miseria a una vida más normalizada.
Experiencia también de iniciación la de la hija de Francisco Miranda, de once años, cuando vio a su papá lanzarse a rescatar víctimas, antes de que el avión A400M se estrellase contra el suelo de Sevilla. La niña, y seguramente su perrito, jamás olvidarán que una vida humana es lo primero. ¿Lo hubieran hecho todos?
Con su corta experiencia de dos años sería secuestrado durante cuatro horas en la guardería. Amenazando al niño con un cúter, Jandi, el secuestrador, pretendía hacer declaraciones por la tele. ¿Quién iniciaba a quién en el mundo de los monstruos o en el de los niños grandes? Y es que hay quien nace ya superviviente, como ese bebé chino enterrado por sus progenitores en una caja de zapatos, y después de ocho se encontraba sanito y coleando. Su delito: nacer con labio leporino: deformación congénita del labio superior bastante frecuente y de intervención sencilla.
Todo niño y adolescente tiene derecho a su particular rito de iniciación, en libertad, sin violencia; por el que realice un tránsito más feliz a la sociedad de sus mayores.
María Pilar Martínez Barca
(Heraldo de Aragón, "Tribuna", "Con DNI", sábado 16 de mayo de 2015),
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