Homo intlellectus
Foto: Europa Press. Escena de un capítulo de la serie animada Los Simpson
Según vemos en el Museo de Ciencias Naturales, del Paraninfo, los simios llevarían habitando el planeta unos ocho millones de años; el homínido bípedo solo uno. Una minucia, comparada con los miles de millones de años de la Tierra. Últimos estudios demuestran cómo el "Homo Sapiens" comenzamos a dividirnos en África hace doscientas mil primaveras, huíamos del frío y llegamos a Australia. Fuimos inteligentes.
Hacia el 30 0 33 d. C. –según la versión de 1950 o la de hoy–, Judah Ben-Hur, un príncipe judío castigado en galeras, conocería a Cristo. Las diferencias entre las dos películas no son inocentes: hermanos el protagonista y el tribuno Messala en la segunda, el foco de atención pasa de Roma a Oriente, a través de esa especie de jeque o mercader árabe que le salva la vida. ¿Casualidad?
De lo que no hay evidencia, científica ni histórica, es de cuándo comenzamos a mutar. Cuándo el "Homo Habilis" perdió su capacidad de crear instrumentos para sobrevivir; y el "Homo Erectus" pasó a estar sentado día y noche ante computadoras y con pantalla que lo iban teletransportando a mundos irreales. Algo debió pasar.
El "Homo Sapiens" fue olvidando obtener alimentos naturales, a cambio de comida rápida; dejó de lado organización social, la religión, las referencias culturales. Y empezó a elucubrar sobre la existencia de cosmos subatómicos, o por qué el tiempo no avanza para atrás. Abandonó a los duendes por los tardígrados, animales microscópicos que lo protegerían de la muerte; mientras los colegiales se agredían mortalmente por un balón.
“La teoría M es la teoría unificada con la que soñaba Einstein. El hecho de que nosotros, los seres humanos, que somos tan solo conjuntos de partículas fundamentales de la naturaleza, estemos ya tan cerca de comprender las leyes que nos gobiernan y rigen el universo es todo un triunfo” (Stephen Hawking).
Lo que ya no se entiende, cómo el "Homo Intellectus" pretende salvar a los toros de la lidia mientras condena a un muchacho enfermo. Los monos, capaces de transcribir a Hamlet a doce palabras por minuto, nunca lo harían.
María Pilar Martínez Barca
(Heraldo de Aragón, "Tribuna", "Con DNI", viernes 14 de octubre de 2016).
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