Homenaje a Juan Meléndez Valdés
De las composiciones anacreónticas y bucólicas, a las filosófica morales y más comprometidas, el poeta pasa asimismo por una etapa de referencias mitológicas y religiosas, de cierto neoclasicismo y un pequeño toque rococó, por el mimo del detalle y la belleza.
Habitó entre nosotros la belleza
A Rosa María Palacios Gil
Amplio un salón en luz, larga la mesa
a cuyas dos riberas nos sentábamos
por contemplar, intacta, la hermosura.
Por las paredes libros y murales
y objetos variopintos por doquier,
que se iban apagando, lentamente,
al tiempo que se hacía el fiat lux
al fondo, en la pantalla.
Volúmenes, colores, esa imagen
sentada en diagonal respecto al cuadro,
la sombra cincelando el corazón.
Y aquella voz tan cálida y tan leve
desmenuzando enigmas, claridades,
oscuros recovecos de belleza.
Oculto entre las telas, siempre un halo
sereno de absoluto, como un soplo
de vida en cada rostro, en cada ser.
Y siempre recreando una pregunta:
¿Por qué el Amor nació de aquella concha?
¿Dónde el juego de espejos?
¿Y ese rostro
de madre prematura y hermosísima?
Un denso claroscuro va impregnando
la escena de esperanza. Y más al fondo
velados personajes se aproximan
a otra esfera de luz.
De vez en cuando un gesto, una mirada,
un ademán gracioso de indolencia.
Y la vida seguía, allí en los pliegues
austeros de la ropa, el cuerpo noble,
o en ese valeroso sostener
la bóveda celeste.
Y el espacio
se hacía horizontal, quieto, severo,
o acaso apuntalado hacia lo azul
por arcos, contrafuertes, ojivas de leyenda.
Los nombres se me borran, no recuerdo
–hornacina, esfumatto, tenebrismo–,
sólo queda la savia, iluminando
espacios, formas, mitos
salidos de la tierra, del origen
remoto de las lunas.
Angélico, Verrocchio, Botticelli,
Rubens, Durero, Giotto,
Tintoretto, Bernini.
¿Por qué ventano oculto ha penetrado
la luz al corazón?
Sonríe la Gioconda, remansada
en una melancólica tibieza.
Un perro vela el sueño de sus amos.
Al fondo la Madonna, revestida
de sedas florentinas y joyeles,
amamanta a su Niño.
Y se nos quedan
en lumbre la mirada y el espíritu.
Volvemos, lentamente, a esta ribera
–apenas una hora–, y van quedando
a oscuras el salón, la larga mesa,
los libros y murales, la pantalla,
la sombra en honda luz de los recuerdos.
(VV. AA. (Antonio Astorgano Abajo, Coord.), “Homenaje a Juan Meléndez Valdés en el bicentenario de su muerte (1754-1817)”, en Revista de Estudios Extremeños, 2 vols., Año 2017 – Tomo LXXIII, Número Extraordinario, Centro de Estudios Extremeños, Diputación de Badajoz -- Del Verbo y la Belleza, Madrid, Setelee, 2012).
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