El señor del anillo
Foto ABC Cultura / Haaretz
“Uno para el Señor Oscuro, sobre el trono oscuro / en la Tierra de Mordor donde se extienden las Sombras. / Un Anillo para gobernarlos a todos”. Así comienza El Señor de los Anillos, de Tolkien, ya un clásico de novela fantástica. Odisea del bien frente al mal, de Frodo frente a Sauron, en su empeño de arrebatarle el Anillo Único, fuente de su poder maléfico, la guerra y la destrucción.
Pero no nos remontenos a la Tercera Edad del Sol de la Tierra Media, ni a reinos de hobbis, enanos y elfos. Anillos en la Historia ha habido muchos, casi siempre instrumentos y símbolo de poder. Como el atribuido hace unos días al prefecto romano de Judea Poncio Pilato: junto al vaso de vino grabado en el cobre y una inscripción en griego, “de Pilatus”.
¿Sellaría con él la ejecución de Cristo? Testimonio tenemos en los tres evangelios sinópticos (Lucas, Marcos, Mateo), y algo más teatralizado en el de Juan. El mismo lugar donde se halló el anillo, el Herodión, el que fuera palacio del sanguinario Herodes el Grande y después de Pilatos, es harto significativo. También Flavio Josefo y Tácito aluden al personaje histórico; y Filón de Alejandría en su Ad Gaium le acusa de “sobornos, injurias, robos, atropellos, daños injustificados, continuas ejecuciones sin juicio y una crueldad incesante y muy lamentable”.
La fe es un hecho personal, social a veces. La Historia es memoria colectiva e ignorarla nos conduce a seguro holocausto. ¿Cuántas matanzas de inocentes y de cristianos no se dan hoy en día? Y es que el imperio de Tiberio, y aun el de Nerón, no resulta en esencia mucho más violento que muchos integrismos del siglo XXI. Por no hablar de corruptelas, y de apego al escaño, bancada o silla que conlleva mandato y control.
Pensaba hablar de la festividad de mañana sábado, la Inmaculada Concepción, y se han cruzado los cables. Será porque a través del puente, como en el Juego de la Oca, me he ido a la otra fiesta y me pregunto: ¿Esto es digno y humano? ¿Y constitucional?
¿María fue inmaculada? Sin duda alguna, como tantas mujeres que dan la vida por sus hijos, por el ser amado, y en clave trascendente. Su anillo la desposó en dignidad humana y santidad.
María Pilar Martínez Barca
(Heraldo de Aragón, "Tribuna", "El Meridiano", viernes 7 de diciembre de 2018).
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