La buena suerte
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“Un granjero vivía en una pequeña y pobre aldea. Sus vecinos le consideraban afortunado porque tenía un caballo con el que podía arar su campo. Un día el caballo se escapó a las montañas. Al enterarse los vecinos acudieron a consolar al granjero por su pérdida. “Qué mala suerte”, le decían. El granjero les respondía: “mala suerte, buena suerte, quién sabe”” (Anthony de Mello).
Comienza la novela observando en el AVE a un curioso viajero. Pero lo observamos desde un segundo o tercer piso de una vieja vivienda junto a la estación. ¿Despistado? ¿Indigente? No levanta la vista del portátil. ¿Un rico aburrido de la vida? ¿Qué busca o desea olvidar en un pueblito perdido en el universo?
Rosa Montero acaba de sacar su última novela, La buena suerte, que tanto recuerda en diversos aspectos a La carne, Lágrimas en la lluvia, La ridícula idea de no volver a verte y otras. Raluca insiste en su buena suerte, pese a su nimio defecto físico, su locura o el haber sido abandonada. Y es Pablo, Raluca, son supervivientes, como todos nosotros.
Es fácil identificarse con la trama, y más en estos tiempos que corren. “Una mano de maldad recubre el mundo”. No se trata de ser inteligentes o idiotas, ricos o pobres, sino buenas o malas personas. “Y tú, ¿de cuáles eres?”, pregunta Felipe, un anciano vecino de la pareja.
Una intriga terrible detrás de cada línea, y a la vez increíblemente real. Desde los neonazis y el maltrato a inmigrantes, menores y mujeres, a la ternura. Violaciones y quema de personas sacadas del periódico se entremezclan con la cotidianeidad agridulce de un rincón de la España vaciada. “Aunque también miedo a sentir. A dejar de ser una rama, un corcho, una piedra. A fallar otra vez. Y sufrir”.
Fue escrita antes, y, sin embargo, hay continuas alusiones a la desinfección higiénica, a aprovechar el instante, a la incertidumbre. “Quien quiera estar contento que lo esté, / del mañana no hay certeza” (Lorenzo de Medici).
La buena suerte consiste en buscarla, y saberla descubrir. “La quiere, ha dicho, y esa felicidad tan absoluta es capaz no solo de borrar cualquier temor, sino también el dolor del mundo para ella”.
“A fin de cuentas la humanidad no es más que un sándwich entre el cielo y la tierra” (Mafalda). “Dios creó al hombre porque tenía necesidad de escuchar historias” (Rosa Montero). El subconsciente colectivo.
María Pilar Martínez Barca
(Heraldo de Aragón, "Tribuna", "El Meridiano", viernes 2 de octubre de 2020).
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