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La lampara encendida

El verdadero cambio está en darles voz

El verdadero cambio está en darles voz

Foto Delegación de Pastoral de la Salud

María Pilar Molina Arnedo, delegada de Pastoral de la Salud de Zaragoza

El verdadero cambio está en darles voz

Coordinar parroquias, hospitales, residencias. Visitar al enfermo y su familia, hacer silencio, escucharlo, empatizar. Preparar las actividades de la diócesis, la Campaña y el Día del Enfermo, la Escuela de Salud. Estar en comunión. Ser voz en la indiferencia y manos que acarician.

María Pilar Martínez Barca

María Pilar Molina Arnedo, seglar y de profesión administrativa,  lleva seis años al frente de la Pastoral de la Salud en la diócesis de Zaragoza. Ha trabajado casi cuarenta años en los hospitales Vall d’Hebrón, de Barcelona, y en el Miguel Servet, de Zaragoza. Siempre se ha implicado, pastoralmente, en la vida del hospital.

Aquí y ahora

¿De qué se encarga su delegación?

Se coordinar la Pastoral de la Salud en las diversas parroquias de la diócesis, procurando que en todas haya algún grupo, o si no lo hay  que los enfermos estén bien asistidos, espiritual, material y humanamente. Que en todos los hospitales haya capellanes, y que desde la parroquia a la que pertenece el hospital se pueda prestar este servicio. Y tratar que todas las residencias tengan atención espiritual (trabajamos conjuntamente con LARES, o Federación de Residencias de Mayores).

Preparamos la Campaña del Enfermo de cada año, a partir de las reuniones de delegados a principio de curso (en 2021 fue online). La Campaña comienza el 11 de febrero con el Día Mundial del Enfermo (con una misa en la Basílica del Pilar) y termina con la Pascua del Enfermo, el sexto domingo de Pascua. Nuestra delegación tiene una Escuela de Pastoral de la Salud, de enero a Junio.

Están en contacto con delegaciones de otras diócesis aragonesas.

Así es. El Secretariado Interdiocesano de Pastoral de la Salud (SIPS) lo formamos los delegados de Teruel, Huesca, Tarazona, Zaragoza y La Rioja. Hacemos un encuentro interdiocesano, abierto a todas las personas relacionadas con el mundo de la salud, grupos parroquiales, profesionales, etc. Tenemos otro encuentro de capellanes y diversos cursos.

¿Han variado mucho las actividades realizadas antes y después de la pandemia?

Hemos procurado que no, pero hay cosas que no se pueden llevar a cabo, ya que este año han tenido que ser online, por teléfono o WhatsApp. Hemos tratado de ser lo más cercanos posible, aunque echáramos en falta el contacto humano. Y está costando mucho, como en todo, hay mucho miedo.

¿Qué están haciendo ahora mismo?

Programar las actividades del curso, que hemos paralizado un poco por el tema del Sínodo de la Sinodalidad, en el que toda la Iglesia, religiosos y laicos, está implicada). Desde la propia delegación vamos a formar al menos dos grupos, donde se representen a cada vicaría, los capellanes, las residencias y otra persona en nombre de todos los movimientos que forman parte de Pastoral de la Salud.

El Secretariado Interdiocesano, conjuntamente con Familia y Vida, estamos preparando un documento sobre el Testamento Vital, partiendo del de la Conferencia Episcopal y el del gobierno de Aragón. También la Escuela de Pastoral, que queremos hacerla presencial y online. Y la Campaña del Enfermo.

¿Ha cambiado el concepto de atención al enfermo con la pandemia?

No tendría que cambiar, para los que nos dedicamos a esta hermosa tarea, el enfermo ha de ser nuestra prioridad. Sin duda, el sentimiento de vulnerabilidad, no solo en los enfermos, nos ha hecho comprenderlos mejor, más cercanos. Algunas personas nos han llamado, para ver si podían acompañar y visitar, cosa que antes no ocurría.

Un organigrama saludable

¿Cómo coordinan las distintas parroquias de Zaragoza?

Como decía antes, es complicado. Se tienen que implicar primero el sacerdote, hay que buscar personas que asuman esta tarea, no a todo el mundo le llama Dios a acompañar a los que sufren. Por eso algunas parroquias solo atiende a los enfermos el sacerdote.

¿Y los hospitales?

Todos los Hospitales, públicos o privados, están atendidos. En los públicos, en cada turno siempre hay un capellán de guardia, en los más pequeños suele estar localizado. Y las clínicas privadas, como San Juan de Dios, tienen capellanes siempre, aunque el servicio religioso lo lleve una persona laica. En las Hospitalarias, Neurosiquiátrico del Carmen, también tienen un capellán y una laica. Y el resto de las clínicas las atiende o el párroco más cercano o alguna congregación religiosa masculina. Yo valoro el trabajo titánico que hacen los capellanes, sobre todo durante el confinamiento.

¿Trabajan también con las familias?

Con las familias es complicado, ya que algunas, no nos permiten, tanto en hospitales como en domicilios, visitar, por respeto a las creencias del enfermo. Pero aun así desde las parroquias van surgiendo experiencias gratificantes.

Algún caso especialmente duro que recuerde.

Siempre, en Pastoral de la Salud, tenemos casos francamente duros. Lo más duro que hemos vivido durante el confinamiento es el lamento de familiares, que por la Covid o por enfermedad común, no han podido despedirse en condiciones de sus seres queridos. O el propio enfermo ha tenido que morir con la sola compañía de los sanitarios y a veces el capellán.

¿Y otros gratificantes?

En esta tarea pastoral, de acompañar el dolor y la enfermedad, todo es gratificante. Cuántas veces vamos a visitar o llevar la Comunión a algunos enfermos o mayores, y de lo que tú tenías pensado decirle, nada. Escuchándole y viendo su aptitud, salimos nosotros reconfortados.

¿Cómo transmitir a Dios en medio del dolor?

Una pregunta un tanto difícil. Cuando encuentras a enfermos, que los hay y más de los que imaginamos, con una aceptación total de lo que le ocurre, aun así lo mejor es escuchar: “Por qué Dios me envía a mí esto, si siempre he sido buena persona, si no he hecho mal a nadie”; esto cuando no se vuelven contra Dios, que también ocurre. Yo creo que lo importante es escuchar, sin opinar ni dar consejos; dejar que se desahoguen y se desfoguen, que no enjuiciamos nada. A veces tenemos prisa por hacer ver que Dios no envía el dolor, lo permite por alguna circunstancia, pero eso vendrá más tarde.

En tensión de esperanza

Trabajan también con inmigrantes. ¿Se abren fácilmente a nuestra cultura?

Hay una delegación de Inmigración, nosotros no trabajamos directamente con ellos, aunque nos pedimos colaboración unos y otros. Trabajamos con inmigrantes, con las cuidadoras de los enfermos que visitamos, ahí si las escuchamos, solucionamos algún problema y apoyamos su tarea.

¿Cuáles son los perfiles con los que más trabajan?

El perfil sobre todo de parroquias, de personas mayores. El contacto con enfermos más jóvenes suele ser a través de los capellanes de hospitales.

¿Hay voluntarios de todas las edades?

No, más bien en los grupos parroquiales somos casi todas personas mayores. Es una asignatura pendiente: atraer a personas jóvenes a esta Pastoral.

¿Qué me dice de la soledad?

Soledades hay muchas. Hay soledades buscadas y no buscadas, y soledades impuestas, como en el confinamiento. Desde nuestra delegación, tratamos de paliar este problema, ir descubriendo a través de los grupos, si no solucionarlo. Hemos dado charlas sobre el tema, algún programa de “Buenas tardes”, llamadas a personas que lo autorizan. A veces nos dicen: “Es la primera persona con la que hablo hoy”. Hay demasiadas soledades, aun estando acompañados.

¿Buscamos más a Dios en mitad del dolor?

Evidentemente, somos más dados a pedir que a dar gracias. Y cuando estamos agobiados nos acordamos más de Dios que cuando todo nos va bien.

¿Abren debates en torno a la eutanasia, u otros temas éticos?

Solemos tener una charla preparatoria para el Día de la Unción de Enfermos –el Día del Enfermo–, alguna convivencia, un Año Diocesana y otro Interdiocesano, más la Escuela de Pastoral de la Salud.

Como he apuntado antes, estamos trabajando en el Testamento Vital, la Delegación de Familia y Vida y la de Pastoral de la Salud, a nivel interdiocesano. La redacción ya está más o menos, pero es un proceso complejo y largo.

¿Cómo humanizar y llevar luz en los últimos momentos?

Escuchando, empatizando, poniéndonos en la situación del enfermo y practicando la cercanía. A veces podemos estar como meros espectadores. Y que el enfermo perciba que estamos junto a él y con él.

¿Qué se espera del Sínodo en cuánto a Pastoral de la Salud?

Ser voz de los que, por enfermedad o edad, ya no la tienen. Es un momento para desinstalarnos, salir de nuestro confort y hace valer la voz de estas personas, que tienen mucho que decirnos.

SUMARIOS

“El sentimiento de vulnerabilidad, no solo en los enfermos, nos ha hecho sentirlos más cercanos”

“Lo más duro que hemos vivido durante el confinamiento es el lamento de familiares, que por la Covid o por enfermedad común, no han podido despedirse”

“Hay demasiadas soledades, aun estando acompañados”

(Humanizar, N.º 180 -Madrid, enero-febrero 2022-).

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