¿Dónde las bibliotecas?
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Nos aterran los atentados civiles de Kiev, Járkov, Mariupol, Odesa… Los bombardeos indiscriminados, la huida a sótanos y al metro, la toma de televisiones y centrales nucleares, la migración de millones de familias, una triste maleta abandonada en medio de cuerpos destrozados, la masacre en hospitales materno infantiles, tantos crímenes de guerra. ¿Un alivio que no hayan derruido todavía el monasterio de las Cuevas o la catedral de Santa Sofía, el Teatro de la Ópera de Kiev, la Filarmónica Nacional de Ucrania o los museos?
En la guerra de Siria se destruyeron multitud de estatuas de la antigua Palmira, los Templos de Baalshamin y Bel, varias tumbas, el Arco Monumental… Parece que la mítica Biblioteca de Alejandría (siglo III a. C., período helenístico del Antiguo Egipto) no fue violentamente devastada por un incendio, sino por un largo proceso de purga de intelectuales y bibliotecarios; no llegó a nuestros días. Sí su herencia helenística, arquetipo de biblioteca universal, vaso de barro, emblema de fragilidad y de supervivencia.
Resaltaba Rosa Montero el ejemplo de la biblioteca, sin techumbre, del Blitz londinense (terribles bombardeos nazis, septiembre 1940 – mayo 1941). En la foto, tres figuras siguen buscando libros entre las ruinas de cuarenta mil cadáveres y un millón de edificios. ¿Huida del horror? Mejor continuación de esa cadena de dignidad que heredamos y tenemos el deber de transmitir.
La vida humana es siempre sagrada; pero también esa vida interior que reflejan los libros, la cultura. Podrán quemar mi cuerpo, no arrebatarme el alma. Imaginemos el peor de los escenarios: cientos de cabezas nucleares, armas biológicas, el apocalipsis. ¿Dónde guardar los libros?
Hablaban de un material indestructible en el que migrar nuestra sabiduría a otro planeta. Catástrofes, epidemias y guerras hubo siempre: “Es, además, un libro de viajes. Una ruta con escalas en los campos de batalla de Alejandro y en la Villa de los Papiros bajo la erupción del Vesubio…” (Irene Vallejo, El infinito en un junco).
La Plaza Roja o el Monasterio Novodévichy, en Moscú, son también Patrimonio de la Humanidad. Pervivamos en ellos.
María Pilar Martínez Barca
(Heraldo de Aragón, "Tribuna", domingo 20 de marzo de 2022).
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