Reina después de muerta
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Joe Biden, Naruhito y Masako de Japón, Úrsula von der Leyen, Emmanuel Macron, el rey Abdulá II de Jordania y todos los soberanos de las casas reales europeas. Isabel Segunda, por la Gracia de Dios, reina del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, y de sus otros Reinos y Territorios, jefa de la Mancomunidad de Naciones (Commonwealth), defensora de la Fe. La semana pasada presenciábamos un funeral que ha marcado historia.
Dicen que el más multitudinario desde el de Winston Churchill. Nieta de Jorge V, instaurador de la dinastía Windsor, a quien adoraba, la abdicación de su tío Eduardo y la muerte de su padre, la subieron al trono con 26 años. Siete décadas de reinado equivaldrían a catorce presidentes de EE. UU., un giro completo en el Reino Unido, del Imperio al Brexit, y la relación con personalidades como The Beatles, Spice Girls, Jennifer López o el papa Francisco.
“Ha muerto en su residencia de Balmoral, en paz y rodeada de sus seres queridos”, fue el anuncio oficial, el jueves 8 de septiembre. Dos días antes la veíamos recibiendo a Lyz Truss, nueva primera ministra, junto a la chimenea, apoyada en un bastón y con un marcado hematoma en su mano derecha.
Del castillo de Balmoral, en Escocia, a Londres; el palacio de Buckingham, el de Westminster –sede del Parlamento, donde la velarían impertérritos sus ocho nietos–, el oficio en la abadía de Westminster, el paseo por las calles, hasta el emblemático arco de Wellington, y el viaje definitivo de la monarca a la capilla de San Jorge, en el castillo de Windsor.
Cautivaban los desfiles pautados, la calma de sus hijos junto al féretro, el estandarte, el cetro, la corona y el orbe con la cruz custodiando el cadáver, las gentes en las calles y ante grandes pantallas, cada gesto aparentemente sencillo y tan medido. Pero si algo nos conmovió fue el progresivo despojo, la Lamentación interpretada por el Gaitero del Soberano, el silencio cada vez más denso que venía del claustro, las lágrimas del rey.
Todo lo había dispuesto Isabel: los lugares, los cantos, la despedida, el encuentro de reyes reinantes con sus padres. “Dedicaré toda mi vida, ya sea corta o larga, a vuestro servicio”. Una mujer que supo reinar, ser buena madre, envejecer y morir con dignidad. To be, or not to be, esa es la cuestión.
María Pilar Martínez Barca
(Heraldo de Aragón, "Tribuna", miércoles 28 de septiembre de 2022).
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