Doña Rogelia
Foto www.lavanguardia.com
Daisy, Nicol, Rodolfo, Doña Rogelia, por orden de aparición en la escena de nuestras vidas. Podrían formar parejas antagónicas: la niña pizpireta frente a la vieja cascarrabias, el pato macho conquistador frente al león afeminado. Desde antes de la transición, han cumplido los 50 sobre las tablas. Y es que cobraron vida nada más nacer.
Mari Carmen y sus muñecos tenían personalidades y caracteres diferentes, o así los percibimos. Ahora, eternos ya en la memoria y el corazón de cada uno de nosotros, ¿nos atrevemos a ponerles voz?
No he visto las últimas actuaciones de Mari Carmen tras la pandemia. Pero me imagino a Daisy denunciando, con su típico humor y aparente inocencia, su falta de libertad como mujer, frente a esos novietes de pasada que quieren controlarte hasta el móvil. Se cuidaría mucho de volver tarde a casa y contar cuentecillos infantiles, por si le salía una manada de esas o tenía un pinchazo que la evadiese a las nubes. Y ante el rabioso debate de mi cuerpo es mío, creo que defendería la vida a todas luces.
Quizá el pato Nicol debiera reprimir sus manifestaciones de macho orgulloso de sus atributos e impertérrito don Juan, si quería evitar el asedio de las feministas más acérrimas. Y puede que sus piropos a la mujer se hiciesen más poéticos, de caballero andante y cancionero, menos directos y soeces.
¿Saldrá Rodolfo del armario y se unirá al orgullo LGTB? ¿O, tímido como siempre ha sido, prefiere el refugio de Carmela, su idolatrada amiga y protectora? En cualquier caso, seguirá despertándonos ternura.
Nuestra diva fue Doña Rogelia. Nos apiñábamos toda la familia junto a la televisión cuando hacía acto de presencia. ¡Qué recuerdos! Natural de Orejilla del Sordete, nariguda y mala leche, como ella misma se definía. ¿Seguirá recordando su viaje de bodas y a su Ildefonso, que nunca la cató? ¿O se comprometerá con la España vaciada, los cachivaches y las redes que hay que implementar en pueblos como el suyo para no quedarse atrás? Doña Rogelia siempre fue recalcitrante y testaruda hasta dejarse oír.
Pero hay algo más. Nos recuerda a nuestras abuelas más mayores, en un país cada vez más envejecido, más sordas y desmemoriadas. No era su caso. ¿Asistirá a las convocatorias por la subida de pensiones?
Escuchémoslos. La niña y la anciana, el pato y el león, tienen hoy mucho que decirnos. Siguen teniendo voz.
María Pilar Martínez Barca
(Heraldo de Aragón, "Tribuna", domingo 25 de junio de 2’023).
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