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La lampara encendida

Rompamos una lanza

Rompamos una lanza

Jorge Guillen y Aleixandre (dcha).Foto www.elmundo.es

Los últimos días de campaña se puso al rojo vivo, y me temo que la cosa continuará hasta el último voto por correo. Al rifirrafe entre Sánchez y Feijóo, los lapsus de Yolanda Díaz y el radicalismo híper extremista de Abascal, se abrieron nuevas posibilidades. Caídas y levantamientos contra reloj y remontadas; voto práctico mayoritario para no pactar, pactos y alianzas para situar al enemigo en la extrema derecha de la oposición; voto para evitar acuerdos y bipartidismos in aeternum PSOE-PP.

En cualquier caso, se abrían diversos escenarios. Ganar a uno y otro lado del fiel de la balanza. Buscar gobernabilidad en solitario o con entendimientos. Sacar investidura a la una, a las dos o a las tres.

Unos votarían para que nadie les quite lo logrado: eutanasia, aborto, la ley del sí es sí o la ley trans; vivienda económica para todos. Otros, para tirar por tierra al adversario; haciendo hincapié en la privacidad de los colegios, la atención sanitaria, la misma asistencia personal.

Cuando escribo estas líneas no se conocen aún los resultados. Lo que sí sabemos por experiencia es que nuestros políticos, algunos de ellos, no están sobre la tierra, con los ojos abiertos para ver. Hace poco saltaba a los medios el progresivo deterioro de la casa de Vicente Aleixandre, en la que se dieron cita de autores latinoamericanos, a los poetas del 27, la posguerra o los novísimos.

“Querido amigo Manolo: yo creo que hace meses que no tenía tus noticias. Y al punto, las mejores: dos libros. Tú en tu Zaragoza natal trabajas sin tregua y sin desfallecimiento”, escribía Vicente a Manuel Pinillos el 17 de marzo de 1960. Esos dos libros eran Débil tronco querido y Debajo del cielo.

Fue Carlos Bousoño, uno de los habituales contertulios, quien recibió cierta responsabilidad sobre el cuidado de la casa. Pero entre los herederos y la administración… ha salido a subasta pública. Pocos jóvenes, de esos que hoy reciben del Estado unos cuantos millones de euros por su mayoría de edad, saben que la casa de la calle Velingtonia se convirtió en un reducto de libertad en el túnel franquista. Su precio en el portal Idealista está en poco más de 4 millones.

La cultura es también memoria histórica. “Porque siento que este es el momento de olvidar lo que nos separó y pensar en lo que nos une”, canta Eva Amaral.

María Pilar Martínez Barca

(Heraldo de Aragón, "Opinión", martes 25 de julio de 2025).

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