Al soplo del Espíritu
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El otro día presentábamos la reedición de Flor de agua (editorial Verbum, Madrid) en la Casa de la Iglesia. Comienza el libro con estos versos: “Nazaret, humildad de huerto y de morada, / donde el sí de María deslumbrara al Lucero / e hiciera germinar la sangre del Cordero / en su vientre de joven muchacha inmaculada”. Soneto con el que felicitaba la Navidad al mes de regresar de nuestra peregrinación a la Tierra Santa de las tres religiones monoteístas.
“Je suis l’Inmaculée Conception”, palabras que escucharía Bernadette de labios de ‘Aquerò’, la Señora, al poco de que Pío IX proclamase, en 1854, el dogma de la pureza de María desde su gestación en el vientre de Ana hasta su tránsito. Joaquín y Ana, los abuelos de Jesús, no podían tener hijos, y durante un retiro de Joaquín al desierto su esposa quedaría misteriosamente encinta (según el protoevangelio de Santiago). Tradición que algunos biblistas relacionan con el nacimiento del profeta Samuel –su madre, también Ana– (1 Reyes, 1), y de Juan Bautista, de Isabel y Zacarías, sacerdote del templo.
Sea como fuere, el encuentro entre María y su prima Isabel, en Ein Karem, debió ser muy entrañable: “Me encontraba yo hilando, como todas las tardes, / cuando tu madre entró. / Un hornillo de barro, unas tinajas, / la artesa para el pan. / (…) / Habría de cumplirse la promesa”. Una larga tradición ha reunido en una misma escena a María y el ángel Gabriel: “Sea en ti la alegría. / No temas, que una sombra / de lirios y palomas circundará tu cuerpo, / concebirás la luz, y un nuevo ser / encenderá tu espíritu”.
Hoy la Iglesia católica distancia unos 15 días –del 8 al 24– ese sí incondicional y la pureza de la entrega del nacimiento de Jesús. “Frontera de la aurora, un establo sencillo, / dejado por completo de la mano del hombre, / nos sirviera de albergue. / Era áspera la tierra en que viniste al mundo”. Siempre creí que era establo y casita o choza de madera y adobe, como en los belenes y en el pueblo de mis padres. Pero no, era de piedra, piedra de sacrificio e inmolación de corderillos inocentes.
Difícil comprenderlo en una sociedad donde la opción por la muerte, en la génesis y al término de la vida, o ante una barrera que se ve infranqueable, se tiene como derecho humano, libertad conquistada y progreso.
María Pilar Martínez Barca es doctora en Filología Hispánica y escritora
(Heraldo de Aragón, "Tribuna", "El foco", domingo 8 de diciembre de 2024).
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