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La lampara encendida

Viajes cíclicos de primavera

Viajes cíclicos de primavera

Foto Jesus Alba

No contemplas o entras dos veces en el mismo río, diría Heráclito. Cuando estuvimos en el nacimiento del río Cuervo, rumbo a Cuenca y a la Ciudad Encantada, estaba seco. Esta primavera es más húmeda y el agua fluye como el tiempo, aparte e contar con la rampa accesible. ¡Impresionante!

Me impresionó ya entones el embrujo de las casas colgantes, las rocas erosionadas en forma de seta, el tornado, la lucha del cocodrilo y el elefante, el monasterio… los cuadros en pan de oro del comedor de Las Majadas –donde el camarero nos cantaba cada plato a la velocidad de bingo–, la historia de Marcial, combatiente en la guerra, carbonero, minero y albañil, que a sus 85 años seguía confeccionando zuecos de madera.

Al año siguiente estuvimos en Toledo con Disminuidos Físicos de Aragón. El puente sobre el río enlaza dos riberas diferentes y armónicas. De este lado, un castillo medieval transformado en albergue, donde nos hospedábamos. Al fondo, la ciudad levantada en la roca. La ciudad de la diáspora encierra mil rincones sugerentes, mil secretos bellísimos. Me imagino a San Juan de la Cruz, descolgándose de su prisión al Tajo en una noche oscura, sin luna llena; los cantos sefardíes; o al creador de aquel robot de palo recorría las piedras empinadas de la antigua Toledo.

El cuadro de El entierro del conde de Orgaz, en Santo Tomé, quedó para una próxima visita. Fueron dos años clave, en los que los tíos se marcharon a su edén particular e hicieron su nido eterno aquí en mi corazón.

Esta semana hemos vuelto a Cuenca y a Toledo, y a lugares ignotos, como Mota de Cuervo y sus molinos cervantinos, justo el Día del Libro, con representaciones y lecturas de chavalines de primaria; o el bellísimo y legendario castillo de Belmonte –no accesible el segundo piso–, con una interesante conversación entre Juana la Loca y Eugenia de Montijo, a través de la memoria y la inteligencia artificial. Si con algo me quedo, la catedral de Toledo, con sus innumerables capillas, tesoros, rosetones, retablos, el Ostensorio del Corpus, y el cuadro “Y el almendro floreció”, de Isabel Guerra –tránsito de Santa Teresa–.

El entierro del señor de Orgaz me dejó sin palabras. Y las cataratas brotando de la roca  que hacen nacer al río Cuervo me sumieron en éxtasis. Es el ciclo vital de cada río, de la rueda que somos, de cada primavera.

María Pilar Martínez Barca es doctora en Filología Hispánica y escritora

(Heraldo de Aragón, "Tribuna", "El foco", domingo 27 de abril de 2025).

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