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La lampara encendida

Un cielo bajo el brazo

A Estrella Gil, en su maternidad.

Nací con parálisis cerebral. Pero desde mi silla y mi lenguaje oscuro he podido viajar, entablar relaciones, doctorarme en Filología Hispánica, publicar varios libros, hacerme periodista, enamorarme. Siempre me pregunté: ¿Qué color tiene el alba cuando se pare a un hijo?

***

–Mamá, cuando nacen los niños, ¿dónde estaban?

–Aquí, en la tripita. ¿No lo sabes?

–No, quiero decir las almas. ¿De dónde viene el alma de los niños?

Mi madre me miró y guardó silencio. Demasiadas preguntas. Mucho tiempo para pensar tan alto, tan pequeña, mientras las otras niñas saltaban a la comba, jugaban a pillarse…

Los días de la infancia fueron llenos de luz; y de mar al abrigo de mi madre; y de largo pasillo interminable de unos primeros pasos inseguros; de papilla y comidas por la túrmix; de cartilla. No te levantarás de ese sillón si no lees la página. Y las noches, noches de fantasías y pequeños insomnios. De dejarle lo mejor de la cama a mi hijita Maribel, la muñeca querida. Pero a la vez de sueños y preguntas, de indagar a los astros de qué cielo lejano vendría mi hermanito a la tripa de mamá.

Escuché, a hurtadillas, que a mi madre esta vez le hicieron la cesárea. Y fui  aprendiendo a callar, yo también, a partir de esa noche de la sábana con las manchitas rojas. El tiempo comenzó a pasar más rápido, y el cuarto de los juegos y la lectura a hacerse más estrecho. Y hasta la luz se volvió distraída, o me costaba más acariciarla.

Llevaba ya unos años estudiando en mi casa, pero la Universidad me deslumbró. Cristina se ofreció a trasladarme de aula, y Ana a pasarme apuntes, y también Nacho, aunque los primeros días me lo grababa todo en la cabeza. Sucedió muy despacio, al ritmo de las clases, los exámenes, aquel viaje hasta Viena. Nos bastó una mirada, y todo cambió.

No recuerdo muy bien quién se lanzó. ¿O quizá nos dejamos arrastrar? Vale, pero de amigos. El cine, una excursión, un comentario de texto. Tenía casi pánico a los chicos. Podemos intentarlo, repetía, no seremos los únicos.

El paraíso existe. Conocer poco a poco a la persona amada es descorrer cortinas que velaban la luz. “Te deseo, indefensa, como desea el niño / la piel cálida y tersa de la madre, / la leche de su luna, una caricia”. Cuando el cielo ha llegado a estremecernos, no es posible el retorno. Y una vez más nos sorprendió la vida.

¿Qué harán con este niño?, le preguntó a mi madre la enfermera, que debía pensarse que yo era muda y tonta. Serían las semanas más oscuras. ¿Y si venía enfermo? Pero ya le quería, con la inmensa ternura incomprensible que sentía por Nacho; con la entrega sin límites que ahora más que nunca descubría en los míos. ¿Y si no era capaz? ¿Y si abortaba?

Cada noche, la horrible pesadilla de terminar con todo: Me echaba yo a la orilla, dejándole el rincón a Maribel, por que no se cayera. Nos íbamos durmiendo. Y al pronto un llanto que desgarraba el alma. Allí estaba mi niña, inmóvil, pálida como nunca de cera o de ceniza. En la sábana unas gotas, un reguero, un borbotón de sangre. Me volvía a cogerla y se me despedazaba, y yo gritaba y gritaba… Pero hija, ¿otra vez? Mi madre junto a mí, como de chiquitina: Esto no puede ser, habrá que echarle arrestos.

Nunca ha estado de moda, confesarse; pero a veces es bueno desnudarse ante otro, vaciar la papelera, soltar lastre. Me quedé como nueva y tomé la decisión.

Las alas siempre crecen de dentro para fuera. Mi pancita pesaba cada vez más, me costaba moverme de rodillas. Dejé por unos meses el periódico y me dediqué a leer, a pasear, a contemplar la espera. Y a prepararlo todo: un cochecito que pudiera empalmárseme a la silla, la cunita más baja, un biberón con mango…

–Mira, ¿a quién se parece? Tiene tus mismos ojos.

–No, mamá, es el reflejo del cielo, que aún recuerda.

¿Dónde lo había visto? Ah, sí: cuando el abuelo… Seguro que bendice a su biznieto, y nos bendice.

Ahora, mientras duerme, vuelve el sol a posarse en los peluches.

María Pilar Martínez Barca

(Historias de la vida. De amor, ilusión, humor, nostalgia. Y siempre verdaderas, Madrid, J de J Editores, 2009. Del programa radiofónico “Historias de la vida”, Cadena COPE, a beneficio de Manos Unidas).

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