Crónicas de un pueblo
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¿Fue el verano que hice la Comunión? El 17 de junio, un mes después se estrenaba la serie. Aún tengo su melodía en los oídos. Braulio el cartero con su “y digo yo”, D. Antonio el maestro y Rosa su mujer, D. Marcelino el cura, el alcalde D. Pedro, Dionisio el conductor de autobús, Marta la boticaria, Goyo el alguacil… Un tiempo en la España rural no se había vaciado, y Puebla Nueva del Rey Sancho –Santorcaz, Madrid– tenía bar, comercio, Guardia Civil, médico y barrendero. No le faltaba nada en aquella época.
No tanto en el buen tiempo, entre el pueblo y la playa; en cuanto vino el frío nos juntábamos toda la familia. Los tíos subían a nuestra casa, mis padres, mi segundo hermano en la cuna… el pequeño no había nacido todavía. Y enganchaba. ¿Sería que teníamos muy adentro el adobe, la encina y la hornada de pan?
Una España migrante del campo a la ciudad. Una etapa oscura, en la que los gerifaltes de turno intentaron promocionar las bondades del régimen político. Pero las tornas se volvieron, la realidad se impone a la ficción. Con la frescura de Juanito, Manolo, Angelito, María y los otros niños, y el conjunto del pueblo, empiezan a salir problemas, alegrías y realidades sociales de la Castilla profunda de hace cincuenta años.
Doña Domitila, la anciana casi ciega que vive de las tres mil pesetas mensuales de su nieto. El niño dinamitero, huérfano de madre y al cargo de un padre analfabeto. El bar de Joaquín, que precintan por falta de baños o sanitarios. El drama por el robo de dos gallinas… Todo con el trasfondo de una economía agrícola y ganadera, de incipientes servicios y muy lento despegue.
Primera producción televisiva de Antonio Mercero, que puede parecernos lejana prehistoria de la emancipación de la mujer. En 1974 participaba ya mi hermano con sus juegos, y poco a poco, en capítulos como “El último alfarero”, “El abuelo” o “La casa de los viejos escudos”, nos vamos abriendo a una nueva mentalidad, cercanos al final del túnel.
No pongamos etiquetas ni apellidos. Lo social siempre estuvo presente. “Verano azul” o “Farmacia de guardia” remedaban su espíritu, pero no preservaron aquel aroma agreste de la infancia.
María Pilar Martínez Barca
(Heraldo de Aragón, "Tribuna", 25 de julio de 2021).
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