Un milagro patente

Foto Jesús Alba
Cada año me sorprende más. En esta sociedad de mezcolanzas y eclecticismo espiritual, donde el dios a nuestra medida cohabita con la reencarnación, los cristianos latinos de iglesias reformadas, el culto a Alá con el integrismo, también en según qué esferas católicas, la peregrinación diocesana al santuario de Nuestra Señora de Lourdes, a principios de julio, cada vez cuenta con más adeptos.
Este año 70 enfermos y discapacitados, 150 voluntarios jóvenes –damas y camilleros–, que cada noche, tras servir todo el día y sin parar acto tras acto, tenían su reunión y oración, en la terraza del Accueil o en la capilla; sacerdotes, diáconos y seminaristas, médicos y enfermeras; peregrinos de a pie. Íbamos 9 autobuses, 350 personas. ¿Qué nos mueve? Ha sido la trigésima peregrinación de la Hospitalidad de Lourdes de Zaragoza, fundada por Gloria Longás, al frente siempre D. José María Bordetas, los doctores Marco Marcellán padres desde el principio.
Emotivo, el nuevo manto a la Virgen del Pilar. Y esa niña que nos servía la mesa con 10 añitos, por segunda vez. Inolvidable Pablo, con sus 7 primaveras, que viene con sus padres y abuelos de Granada, y ha aprendido a dirigir el orden de las procesiones con el pinganillo. Acompañados por buenos pastores, D. Vicente Jímenez y D. Carlos Escribano, servidores y compañeros de camino. Iglesia peregrina, mariana y sinodal.
No te cansas. La misa de acogida, la entrega de medallas, el acto penitencial, el Vía Crucis, las celebraciones en torno al agua, la misa internacional, la adoración y la bendición de enfermos por el Santísimo, la misa española en la Gruta… La procesión de antorchas y canto de todos los misterios, en diversos idiomas, del Rosario
Cada año descubres nuevos rostros, nuevas almas en cuerpos más ancianos, nuevos rincones de esperanza que te llenan de energía y paz. Y echas de menos otros, otros rostros, otros espacios y escenarios, otra supuesta sensibilidad.
En la basílica del Rosario están quitando los mosaicos de Rupnik, la fotografía de grupo ya nunca será igual. No siempre se perdonan los pecados, ni tan siquiera la indecencia según la época –ahí tuvimos a “il Braghettone”, Daniele da Volterra, que cubrió los desnudos de El Juicio Final de Miguel Ángel por orden de Pío V–. Y otro detalle. En el Vía Crucis de la pradera, se diferencia entre “malades” y “handicapés”. Su belleza y fortaleza tiene, ¿pero por qué a todos la Unción, cuando tu diversidad no es enfermedad? María, a la que conocí realmente en Nazaret, así me lo sugiere.
María Pilar Martínez Barca es doctora en Filología Hispánica y escritora.
(Heraldo de Aragón, "Tribuna", "El foco", domingo 20 de julio de 2025).
0 comentarios