La estrella que pervive
Foto Jesús Alba Enatarriaga
Terminó hace unos días la Navidad y el alto el fuego ruso ucraniano, que según algunas fuentes a pie de campo nunca existió. El 7 ya es día de rebajas, se apagaron todas las bombillitas de los grandes centros comerciales y está ya permitidos hacer el recambio de los reyes que, como es frecuente, llegaron confundidos en sus camellos. Aunque para muchos cristianos es época navideña hasta el domingo siguiente a la Epifanía, en que se conmemora el Bautismo del Señor; y para muchos otros, el 2 de febrero, la Candelaria o Presentación de María y el Niño en el templo judío.
Y, sin embargo, cada una de las tres confesiones que compartimos desde la Natividad al Santo Sepulcro, descubrimos la Estrella en fechas diferentes. A los católicos romanos, los cristianos más jóvenes, nos conduce a Belén el 25 de diciembre; los ortodoxos griegos o del Mediterráneo oriental, regidos por el calendario juliano –nuestro predecesor–, apuntan al 7 de enero; los cristianos armenios, primeros apóstoles en el tiempo, lo celebran cuando nuestra Epifanía.
En cualquier caso, este año dos países, no hace tanto hermanos, no han podido disfrutar en paz de sus doce platos tradicionales, su ayuno ritual ni el despuntar feliz de la primera estrella en la noche. Toneladas de ayuda humanitaria de Aragón hasta Polonia, gestos de acercamiento, empatía, manos que estrechan manos y corazones. Y con todo, el kutia no sabe igual en la distancia, ni la fe hace volver al ya eternamente ausente.
Muchas familias destrozadas, síndrome de expatriados de por vida, madres huérfanas de niños, esposos separados en dos polos antípodas sin solución de continuidad.
No es posible la paz en estos términos. De mantener las luces encendidas, no son sino anuncio de una noche más lóbrega y tortuosa. ¿Cómo recomponer los añicos rotos a fuerza de misiles y latigazos?
Dicen que el robo de la Estrella de Belén originó la Guerra de Crimea, preámbulo de la Primera Mundial. Hoy, capaces de desvelar exoplanetas, al borde del colapso por la guerra y el calentamiento demasiado rápido, no nos lo podemos permitir. “Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor" (Lc. 2, 22). Este año la Estrella me seguirá guiando durante meses.
María Pilar Martínez Barca
(Heraldoi de Aragón, "Tribuna", domingo 15 de enero de 2003).
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