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La lampara encendida

Tardes de la Romareda

Tardes de la Romareda

Foto www.aragondigital.es

Tardes de la Romareda en triunfo. Así se titula un poema de Manuel Pinillos de su libro Lugar de origen (1965): “Como chiquillos con juguetes, / como ovejuelas que se empujan,  / como la primer brisa en el grumete, / las “goleadas” nos estrujan / el corazón; y se dibujan  / maretazos de luz, donde el tiempo se mete / (…) / ¡Oh, noches de partido / bajo los grandes focos como soles…!”. Eran otros tiempos. El estadio se había trasladado desde Torrero e inaugurado ocho años atrás, todavía sin techo. Los aficionados, generalmente hombres, lo veían como un recreo y un avance en la ciudad.

José Camón Aznar, en el prólogo del libro, resalta el valor y la gran valía de poetizar los lugares propios y communes: “El viento, la estepa, los barrios pobres que empiezan a hacerse ricos, el tomillo, la plaza de España, los domingos ciudadanos, los recuerdos infantiles, la Romareda y hasta una evocación de la salida de una corrida de toros”. Y el crítico José Luis Calvo Carilla habla de “Círculos concéntricos que se superponen, desde el cuarto, la casa y la ciudad, hasta Aragón, España y el caos vital del mundo en que vivimos”. Massiel no había ganado todavía Eurovisión.

Aquel primer sencillo estadio levantado en un barrio casi rural, con cultivos y matorrales, iba a ser para siempre parte de nuestra biografía y nuestra educación sentimental, fuésemos o no forofos. Así, a finales de los 70 y principios de los 80, recuerdo a Simón, compañero de Auxilia, con quien veía el Zaragoza en su casa. Y a Sara, voluntaria, hija de uno de los Magníficos.

Construyeron la techumbre, dieron más altura y potencia a los faros, y la Romareda se convirtió en uno de mis barrios favoritos. El “Totus tuus” de la visita de Juan Pablo II se hizo lema de toda la ciudad, en una época en la que admirar a los gerifaltes de la Iglesia se nos hacía carca.

En la hierba o en primera fila de las gradas disfrutamos de Joan Manuel Serrat o Gloria Estefan, entre otros. Siempre camino al Parque, a veces nos cruzábamos con los aficionados q iban al campo. Después el Aditorio, la sede de la Asociación Aragonesa de Escritores en lo q fue edificio para periodistas, el restaurant La Brasa, donde nos reuníamos los ex compis de la Universidad. Y antes los Cines Renoir, en los que película tras película me fui enamorando.

¿Qué será de los nuevos leones del anfiteatro reconstruido?

María Pilar Martínez Barca es doctora en Filología Hispánica y escritora

(Heraldo de Aragón, "Tribuna", "El foco", domingo 25 de mayo de 2025).

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