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La lampara encendida

¿Una nueva vida?

¿Una nueva vida?

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“Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, macho y hembra los creó. Y los bendijo Dios con estas palabras: ’Sed fecundos y multiplicaos”” (Génesis 1, 27-28). Al margen del hermoso relato bíblico que se lee en la Vigilia pascual, yo siempre me pregunté cómo se reproducirían los primeros homínidos hacen millones de años. ¿De forma endogámica? Como mucho, si una hembra no pudiera amamantar, otra le prestaría la leche materna a su cría. Y desde luego la selección natural nos hizo sobrevivir.

A estas alturas de la historia humana, los papeles tribales quedaron más que superados. El esquema familiar que venía repitiéndose de los romanos a nuestras abuelas ha quedado obsoleto. Y traer a la vida a un nuevo ser no siempre está íntimamente relacionado con realizar el coito, follar o hacer el amor.

Tema harto complejo. Hay gustos para todos los colores y hoy familias de todos los estilos. Sin embargo, tradicional en ese aspecto como soy, me gusta preservar el bienestar y la felicidad del niño –quizá porque conmigo así lo hicieron–. Que crezca con papá y mamá, sus hermanos, sus abuelos, sus tíos…

Estas últimas semanas, ha estado en boga el tema de los vientres de alquiler, traído por una famosa actriz que, como acostumbra, ha ido un poquito más allá. Una madre donante de las células, una madre gestante biológica y la madre legal, que resulta ser la abuela. Un padre con el semen congelado, fallecido hace dos años, y la imposibilidad de inseminar a su pareja, a la que nadie conoció.

¿Qué hay tras de todo ello, aparte de los tiras y aflojas y las contradicciones de unas y otras facciones ideológicas? ¿Una nueva cortina de humo enmascarada de humanidad y respeto al hijo muerto? Se obvia la adopción de niñas de la guerra. Innecesaria. La selección de células y embriones pasa a ser algo lógica y psicológicamente natural. Nadie habla de compra-venta, sino de buena voluntad de cumplir los deseos del fallecido.

Hubo un tiempo remoto en el que elegir esclavos era prebenda de señores con posibles. Hoy es un derecho, y no un lastre humano, el poder abortar la vida humana de un cigoto, un embrión o un feto ya formado. Pienso que la paternidad y la abuelidad no pueden adquirirse con solo unos genes. Hay cosas que no son de natura, pese a la libertad humana y a la técnica.

María Pilar Martínez Barca

(Heraldo de Aragón, "Tribuna", domingo 23 de abril de 2023).

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