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La lampara encendida

Eccehomos

Eccehomos

Fotos Basílica de Getsemaní o de las Naciones (Jerusalén)

Hasta en el Martín Martín y en el Rincón había semana palmitas de colores, para que los pequeños de la casa cuelguen sus caramelos y sus chuches. Sigue mandando la tradición. Y es que hoy, Domingo de Ramos, es fiesta grande. Jesús el Nazareno entra por la Puerta Dorada –siglos después tapiada por los musulmanes–, justo detrás la salida del sol, a Jerusalén, para unirse a los suyos y celebrar la Pascua.

Sin embargo, la lectura de este domingo es atroz, cruenta, escalofriante. De pequeña no la soportaba. Me cercioré en la Basílica de Getsemaní, contemplando el hermoso mosaico, de la oración en el Huerto y el prendimiento, que sirve de girola al altar. Se me clavaba cada espina de la corona en el alma. ¿Una niña hipersensible, solitaria y soñadora?

Se le venía todo encima. Hasta nuestra visita a la cisterna subterránea no conocía el tipo de martirio, por inmersión, ahogo, asfixia o desgarro muscular y pulmonar. Y luego los azotes con látigos de hierro que se incrustaban en las carnes, la subida al Calvario con un madero enorme, la Crucifixión. Su cuerpo y su rostro, fortísimo y tan bello, quedaron totalmente destrozados.

¿Cómo transmitir el primer anuncio de un Dios aparentemente fracasado? Pienso en tantos inmigrantes que no llegan a la costa, en los masacrados de las guerras y las mujeres y niñas violadas, en los hijos matados por violencia vicaria, en el anciano solo que se siente morir, en los discapacitados tirados en un rincón. Ellos, mientras les quede un hálito, no pierden la esperanza ni la sonrisa.

La piedra del sepulcro sabía a hierbas y preparados aromáticos, los ojos que lo vieron morir no se cerraron en la noche, su madre y otras mujeres velaban en silencio, la vida no podía parar. Siguieron amándose y procreando todas las criaturas.

No lo reconocieron. Solo al compartir los panes ácimos y el pescado de San Pedro del mar de Tiberiades. Su rostro volvió a transfigurarse ¡Era Él! Y cada uno de nosotros.

María Pilar Martínez Barca es doctora en Filología Hispánica y escritora

(Heraldo de Aragón, "Tribuna", domingo 24 de marza de 2024).

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