Madres
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Se es madre desde que la célula femenina es fecundada por la masculina, hasta más allá del proceso de morir. Se es madre para siempre, sin remedio.
Diversas antropologías, terapias psicológicas o métodos seudocientíficos y biológicos, clásicos o de ahora mismo –constelaciones familiares, bioneuroemoción, etc.--, tratan a la familia en su conjunto, desde generaciones precedentes, incluidos los hijos y los abortos, espontáneos o no, que ha tenido la mujer. Oriana Fallaci lo expresa en Un sombrero lleno de cerezas: “… me sorprendía con frecuencia pensando en el pasado de mi existencia: buscando allí las respuestas con las que sería justo morir”.
Solo una madre sabe lo que es perder a un hijo en el seno de su vientre, aunque haya parido a otros seis: “Fue un momento de dolor sobrecogedor y que nunca había vivido. Era desconcertante todo aquello, no entendía” (Ana Palacios). Al margen de concepciones religiosas, el embrión tiene forma, corazón y sistema nervioso humanos al segundo mes de gestación.
Concebir, engendrar, dar a luz, alumbrar, parir, dar vida. Y criar, y cuidarlos, y enseñarles a amar, a crecer sin ser madre helicóptero –todo el día encima–, a hacerse fuertes. Y verlos abandonar el nido y desearles toda la plenitud.
Y ver llegar los nietos, y aceptar agradecida la vejez. Y ser cada vez más pequeñita, con arrugas y canas y heridas silenciosas. Mientras vas olvidándote del ahora reciente, y te vas refugiando en el pasado, como si el tiempo no hubiera transcurrido.
Y es entonces cuando tú, hayas parido o no, te conviertes en la madre de tu madre; reemplazáis los papeles para que la vida continúe. “Tengo miedo. Qué larga esta noche”. Y no sabes si darle un beso; o rezar como ella el padrenuestro; o acostarte a su lado, como hacía contigo de pequeña; o escuchar por enésima vez que se quiere ir al pueblo con su hermana y su madre.
“Yo me voy a morir. Te vas a quedar solita”. Y puede ser peor, cuando se pierda en su propia casa, cuando no te reconozca o haya que cambiarle los pañales. Pero ella no sabe, quizá nadie sepamos a esa edad del retorno, que nunca morirá mientras tú vivas; mientras los nietos de sus nietos sigan reproduciéndose. Será siempre la madre que nos dio vida.
María Pilar Martínez Barca es doctora en Filología Hispánica y escritora
(Heraldo de Aragón, "Tribuna", "El foco", domingo 5 de mayo de 2024).
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