Marko Rupnik
Foto Asier Alcorta / Heraldo
Capilla Redemptoris Mater del Palacio Apostólico de la Ciudad del Vaticano, iglesia de San Giovanni Rotondo, santuarios de Fátima y Lourdes, catedral de la Almudena de Madrid, capilla del obispado de Tenerife, cripta de la catedral de Santo Domingo de la Calzada, de Santa María Madre de la Iglesia en Zaragoza…
Lo descubrí en Lourdes. A partir de 2007, año tras año, la fachada de la basílica de Nuestra Señora del Rosario, donde nos hacemos la fotografía cada hospitalidad y termina la procesión de antorchas, se iba enriqueciendo con un mosaico nuevo referido a los llamados Misterios Luminosos, instaurados por san Juan Pablo II en 2002. El Bautismo de Jesús, las bodas de Caná, el anuncio del Reino, la Transfiguración, la institución de la Eucaristía. Al terminar el rezo y canto del Rosario, ya anochecido y con todas las velas encendidas, yo intentaba descifrar las figuras centrales de un hombre y una mujer –los novios de Caná y Jesús y su Madre–, Cristo transfigurado o bautizado, la Última Cena, el Señor enseñando a sus discípulos…
Fue precisamente en Lourdes donde dos sacerdotes de nuestra diócesis conocieron a Rupnik, y le convencieron para que dejase su impronta en el templo de Santa María, parroquia del Rosario, en el barrio zaragozano de la Almozara. Un estilo similar en las figuras, la cabecera del templo representa tres motivos fundantes: de nuevo el Bautismo por Juan, María a los pies de la cruz, y Jesús resucitado animándonos a todos a seguirle, como su Iglesia. De lo alto, el Padre y el Espíritu, y el agua, del origen hasta el cielo, que nos convierte en hijos y santifica. El mosaico lo conforman granito, cerámica terracota, mármol, pasta vítrea o piedras del río, asequibles a la humildad del barrio.
El Vaticano, Fátima, la Almudena, las cuevas de Manresa… y aquí en Tarazona, en la capilla de Santo Domingo, un oratorio dedicado a la Anunciación. La Virgen tejedora, tejiendo en su seno a la Divinidad, frente al ángel Gabriel con las manos veladas; y enfrente de la obra, una torre eucarística y el tabernáculo.
Se pinta muchas veces a María escuchando, engendrando en su escucha al Ser. ¿Con qué ojos contempla y recrea el artista la vida que le bulle dentro? Como carne, se siente atraído hacia la carne. Como hijo de luz, el Espíritu lo eleva como el águila, y su vuelo y su belleza crean eternidad.
María Pilar Martínez Barca es doctora en Filología Hispánica y escritora
(Heraldo de Aragón, "Tribuna", "El foco", domingo 21 de julio de 2024).
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